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domingo, 8 de junio de 2008

Cuarta vez Mosquetero.

No tiene techo. Cuatro triunfos consecutivos en Roland Garros y acaba de cumplir veintidós años. Es, sin duda, un verdadero fenómeno. Hoy ha igualado el récord de cuatro triunfos consecutivos del sueco Bjorn Börg en el torneo parisino, los cuales consiguió entre 1978 y 1981. Además lo ha hecho con una gran superioridad en un encuentro que no parecía, ni de lejos, que enfrentaba al número uno y al número dos mundiales. Más parecía un partido entre el número dos y un principiante. Rafael Nadal vapuleó a Roger Federer en una hora y cuarenta y ocho minutos por 6-1, 6-3 y 6-0.

En la Philippe Chatrier no cabía un alfiler. Tanta era la expectación generada por el tercer duelo consecutivo en la final de Roland Garros entre ambos que se había colocado una pantalla gigante en la pista número uno, la famosa 'plaza de toros', habilitada para el público.

Así, en torno a las tres y cuarto del mediodía comenzaba la gran final de la Copa de los Mosqueteros. El encargado de poner la bola en juego era el número uno mundial, Roger Federer. Ambos comenzaron con mucho respeto mutuo, y tanto respetó el helvético a Nadal que en el primer juego cedía su servicio en la segunda de las dos bolas de ruptura que se le presentaron al manacorí. Era el turno de Nadal, que tampoco mostró mucha solidez en su primer servicio del partido, cedió dos bolas de 'break' a un Federer que erró en ambas y facilitó el trabajo al balear, que finalmente consolidaba la ruptura. Federer se anotaba el que a la postre sería el juego de la honra aunque no sin sufrimiento después de levantar una doble bola de ruptura. Desde ese momento, sería un monólogo del de Manacor, que cimentaba sus puntos y las consiguientes dos rupturas en los constantes envíos al revés del suizo, que tanto daño le hacen debido a la altura que cogen las pelotas de Nadal. Así, tras treinta y dos minutos de juego, Nadal se hacía con el primer set tras un fallo de volea de Federer. El cielo se había nublado, al igual que la mente a Federer, que no encontraba la forma de sobrepasar a la muralla balear.

El descanso no pareció templar al suizo, que encajaba en la reanudación un juego en blanco al resto. Su servicio tampoco le funcionaba y volvía a perderlo. Todo pintaba muy bien para Nadal, aunque en el momento en el que el sol volvió a salir también lo hizo para Federer, que guiado por el incondicional apoyo del público francés, que la tiene jurada contra los españoles sin motivo, se levantó y con un agresivo juego, complementado por buenas subidas, recuperó el 'break' e hizo sufrir en todos sus saques al balear, que permaneció ajeno al renacer del suizo y con su característico coraje mantuvo su servicio. El helvético había encontrado en el juego que suele desarrollar en hierba una forma de escape. Pero nada es eterno y Nadal encontró en sus impecables 'passings' la forma de volver a dominar en el marcador, lo cual consiguió en el octavo juego, logrando materializar la tercera bola de ruptura que tuvo. Problema solucionado. en cuarenta y nueve minutos Nadal había conseguido superar las adversidades y situarse con dos sets arriba en el marcador (6-1 y 6-3).

No había forma. El helvético tiró la toalla y Nadal continuó su avance triunfal. Tres rupturas y se situaba con 5-0 a favor y servicio para ganar su cuarto Roland Garros consecutivo. Nadal no dudaba y con un gran 'drive' se colocaba con bola de partido. Tras un intenso peloteo el suizo la envía fuera de la línea de fondo. No quiere sufrir más. Una humillación total. Tampoco le ha gustado a Rafa, que no celebra el triunfo tan efusivamente como lo hizo en la tres ocasiones anteriores. Demasiado fácil para él, un campeón en toda regla, que apenas cinco minutos después recibe la Copa de los Mosqueteros de manos del hombre que ahora le cede el testigo, el hasta hace poco inigualable Bjorn Börg. Digo hasta hace poco porque cuatro años atrás se empezó a escribir uno de los capítulos más bellos de la historia del tenis que esperemos termine dentro de mucho tiempo.

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