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domingo, 8 de agosto de 2010

El engaño de la Fórmula Uno


En el mes de agosto vamos a estar dos semanas sin Fórmula Uno y la verdad, no la echo de menos. Es cierto que me alegré de los últimos resultados en Alemania, que colocan a cinco pilotos en posición de conseguir el título mundial. En realidad mi gozo iba por Alonso, pues los demás no me importan demasiado. Pero creo que viene bien esta pausa para analizar qué nos ofrece este gran circo. Si es que nos ofrece algo.

Todos los aficionados al mundo del motor teníamos nuestras esperanzas puestas en la temporada 2010. Nuestro idolatrado Fernando había fichado por Ferrari y hay que reconocer que este es un hecho que hace menos de diez años nos habría sonado a pura fábula. Además, y esto me parece muy importante, Jean Todt se hacía cargo de la presidencia de la FIA, desbancando por fin a ese degenerado de todos conocido que responde al nombre de Max Mosley. Y este era un cambio muy importante que esperábamos sirviera para revitalizar todas las especialiades de este deporte.

Pero nos hemos encontrado más de lo mismo. Ya hemos superado el ecuador de la temporada y todo sigue igual. Pese a los cambios en el reglamento técnico, que la Federación introduce año tras año, los adelantamientos siguen brillando por su ausencia y sin ellos las carreras se convierten en simples procesiones a doscientos por hora. ¿De verdad es tan difícil? No estaría de más convocar una serie de reuniones entre los ingenieros de los equipos, para consensuar una vuelta ordenada al "efecto suelo", haciendo desaparecer los tristemente famosos fondos planos que obligan a que casi todo el apoyo aerodinámico del coche se deba a los alerones. El paso por curva sería mucho más rápido, con el consiguiente peligro para los pilotos, pero no me digan que no pueden establecerse unas normas para limitarlo sin hacerlo desaparecer por completo. La experiencia de hace algo más de dos décadas podría servir para algo. Claro que para esto habría que contar con el acuerdo de los equipos que prefieren siempre andar a bofetadas, todos contra todos.

Los equipos. Hablemos de los punteros. Red Bull tiene una ventaja técnica indudable que no duda en malgastar frenando a Webber y favoreciendo a Vettel, que es un piloto muy rápido en entrenamientos pero destaca por una irregularidad que le hace perder carreras de la forma más tonta, como el último Gran Premio. Webber no ganará el mundial pues tiene a su propia gente en contra. Ha cometido el pecado de hacer bien las cosas. Luego tenemos a Ferrari, donde Alonso y Massa no se pueden ni ver y lo demuestran en la pista, como en Alemania donde hicieron un ridículo espantoso con el juego de equipo. Ferrari es la desorganización manifiesta, como en temporadas anteriores desde que se marcharon Brawn y Todt. Pobre Alonso, lo que va tener que aguantar hasta ganar otra vez el Mundial. Mercedes ha pasado de ser un aspirante a principios de año a desaparecer, dejando que Schumacher desarrolle el coche, olvidándose de Rosberg. El viejo Kaiser parece empeñado en borrar su antigua reputación a base de lentitud y salvajadas, parece que en vez de Michael haya vuelto Ralf. Donde sí tienen claras las cosas es en Mc Laren, donde todo gira alrededor del favorito Hamilton, y eso que Button lo está haciendo bien. Pero no le darán ninguna oportunidad.

Y finalmente están la FIA y la organización de Bernie Ecclestone. Entre las dos, aunque las órdenes siempre las acabe dando el amigo Bernie, han acabado con cualquier parecido a una carrera. Porque los grandes premios no pueden decidirse exclusivamente en la primera curva o en el acierto al cambiar los neumáticos. Hoy en día hay también un factor determinante: las penalizaciones, que parecen ser la única forma de animar carreras aburridas. Es una pena, esto más que deporte parece un culebrón dividido en diecisiete o dieciocho capítulos, que encanta a los medios y a su audiencia. El único que adelanta es Hamilton, que aparte de su audacia y su gran clase al volante cuenta con la bendición de ser "el elegido" por los mandamases para ganar el mundial. Que se lo digan a Petrov en Hungría, que le dejó pasar tranquilamente antes que meterse en líos. Si me toco con él me sancionan fijo, debió pensar el piloto ruso.

Como en otro tiempo ocurrió con Schumacher en sus tiempos de Ferrari, a Hamilton se le permite absolutamente todo, pues hay un "interés general" en que gane. Los británicos han sido siempre grandes entusiastas del motor y el consumo de todo tipo que genera la imagen de un piloto inglés campeón del mundo bien vale el esfuerzo. Es el nuevo Rey Midas, el sucesor del alemán que tan buenos dividendos dejó.

No quiero terminar este artículo sin citar dos cosas bien distintas, aunque ambas sean una auténtica vergüenza. La innovación técnica de la temporada es el conducto F inventado por Mc Laren, que consiste en un pequeño túnel que es tapado por el piloto ¡con la mano! para amortiguar el flujo de aire que llega al alerón trasero con el objetivo de aumentar la velocidad punta. La televisión ya se ha regodeado ofreciéndonos el detalle de que Alonso usa dos guantes distintos cuando su monoplaza lo equipa. Es ridículo o absolutamente genial (desde un punto de vista surrealista) . Estará prohibido el próximo año.

Pero quizá lo peor de todo sean los circuitos urbanos homologados por la FIA. Había un acuerdo tácito para permitir que Mónaco siguiera en el calendario, dada su larga tradición y su marco incomparable. Pero nos hemos encontrado con Valencia, Singapur y los que vendrán. Tienen todo lo que no se permitiría a un circuito permanente: curvas sin escapatorios, inexistencia de una pequeña pista paralela a la carrera para asistencias, boxes improvisados, etc. Son muy peligrosos, pero sus organizadores pagan bien al Sr. Ecclestone y esto es lo que importa. Encima en Singapur hacen la carrera de noche, gastándose un dineral en iluminación y aportando graciosamente un suplemento de dióxido de carbono del que estamos tan necesitados. Una genialidad para que los europeos veamos la carrera en horario decente. Pero claro, como ganó allí Alonso no he oído ninguna crítica , sino todo lo contrario. El mejor circuito urbano es sin duda el de Valencia, montado ex profeso cada año para mayor gloria de los políticos locales y gozo monetario del señor inglés. Singapur no tiene un circuito permanente, pero Valencia cuenta con un circuito homologado a las puertas de la ciudad, y que estaba destinado a ser la cantera de pilotos de coches y motos de la Comunidad Valenciana. Todo el dinero invertido en montar y desmontar el circuito de al lado bien podría emplearse en actualizar el circuito de Cheste. Eso sí tenemos imágenes impagables, como ver a los pilotos llegando en yate al circuito, en triste imitación de Montecarlo, perdón, quiero decir saludable coincidencia. No me vayan a llamar antiespañol o hincha de Mc Laren.

Como decía al principio, nos libramos de Mosley y tenemos a Jean Todt, antiguo copiloto de Alpine en rallyes, gran jefe de Peugeot y de Ferrari . Es cierto que ha tenido poco tiempo, es su primer año, también es cierto que ninguna de las ramas del automovilismo, no solo la Fórmula Uno, ha avanzado lo más mínimo.

En resumen, la Fórmula Uno me parece una buena trola, un engaño perfecto que nos venden por televisión con su brillante envoltorio de tecnología y estilo, pero que no conserva prácticamente nada del antiguo y noble, mágico y seductor, verdadero espectáculo que fue en otros tiempos ya lejanos. Sólo la presencia de Alonso nos mantiene hipnotizados, acríticos, frente al receptor.

martes, 15 de junio de 2010

Indignante


Decía un viejo refrán qué de aquello de lo que se suele hacer alarde, es luego en dónde se reseñan mayores carencias. Lo más triste de ello es que, como buen refrán, tiene más razón que un Santo. En este caso, dicho atributo se personifica en un sujeto que de tanto alardear de señorío y de respeto, ha pecado de ignominia: Florentino Pérez.



Lo cierto es que el máximo mandatario blanco, que se vanagloria por bandera de su clase, elegancia o nobleza, que al mismo tiempo atribuye a su Madrid, acaba de caerse indiscutiblemente (una vez más) con todo el equipo, rebasando de nuevo los límites de la ética. Y es que después de dejar a la deriva a su equipo no hace tanto tiempo y de volver hace menos de un año como simbólico salvador, el adinerado empresario continúa sin ver el lunar a su proyecto, y achacando todos los males del mismo, como hizo antaño, al técnico, léase en este caso Manuel Pellegrini. El preparador chileno, todo un caballero, que ha logrado quizás el mayor de los retos que puede proponerse un forastero en la casa blanca, ganarse el respeto de afición, cuerpo técnico y jugadores, ha visto impotente como en cuanto el bloque no ha carburado a las primeras de cambio, ha seguido la misma cómputo que sus predecesores en el cargo, la destitución. Aunque esta vez por la vía más lacónica y deshonrosa, anunciando vergonzósamente su relevo por el siempre irritante José Mourinho, cuya petulancia resulta incomparable a la simpatía despertada por el sudamericano, antes de que el entrenador portugués se desvinculase del Inter de Milán, en otro feo acto de chulería, que, como se ha comentado tantas veces, únicamente acrecenta el repudio y desidia al conjunto de Concha Espina.



Pese a aguantar las arduas ofensivas de diferentes miembros de la junta directiva, sectores madridistas o infinitas campañas propagadas por medios de comunicación como el diario Marca, Pellegrini no ha logrado aplacar el criterio de Florentino, que ha priorizado los sonoros fracasos en Copa y Champions sobre el honrado esfuerzo realizado en Liga, logrando, sin ganarla, la tercera puntuacion más alta de la historia de la competición, y le ha dado boleto para confiar su nuevo esbozo al anteriormente mencionado Mourinho, cuyo fútbol, rácano, defensivo, directo y destructor, sin detalles ni vistosidades parece haberle llenado fervientemente. ¿O lo ha sido quizás esa antipatía y aversión que se le tiene en Barcelona, incentivo perfecto para acrecer las malas relaciones existentes entre ambas partes y de buscar refriega?



Ambos aspectos han confluído sin duda al explicar la funesta coyuntura. Pero los argumentos que sustentan el despido del técnico son de lo más pobres. Primero porque ni se le preguntó acerca de la confección del equipo. Florentino gravó su planteamiento, explotó el mercado y prescindió de Robben o Sneijder sin siquiera consultarle, imponiéndole así una doctrina heterogénea que tardaría en encajar y que, únicamente ha servido para engañar al socio, verdadero artífice del fútbol al más alto nivel. Para tratar de volver a estipular un idílico proyecto que terminase con el incontestable dominio del Barça y que ha terminado mejor de lo que con cualquier otro preparador podría haber terminado. Siendo un recién llegado, Pellegrini ha sabido dominar montones de adversidades, como las incisivas portadas, las asimétricas lidias con Guti, las previsibles reacciones al haber sido el primer técnico con la osadía necesaria para quitar a Raúl del once, o el saber motivar a un conjunto lleno de estrellas novicias en la práctica conjunta. Ha sabido superar todos los escollos planteados, y reacción negativa de ello ha sido el no conseguir título alguno. Porque el equipo necesitaba conocerse y fluírse para poder engranarse. Porque el equipo necesitaba convivencia, pericia y en definitiva, tiempo para funcionar. Pero eso ha sido, irónicamente, lo único que al técnico no se le ha querido conceder. Tiempo. Tiempo para acoplar un equipo, lograr maravillar a su público y en un futuro cercano intentar el asalto al Barça. Que hipotéticamente podría haber salido bien. Pero quedará en el aire por siempre. Démosle las gracias al calamitoso trato que se le ha proporcionado. El mismo que se le viene proporcionando a todos los instructores que tratan de guerrear en Chamartín. Gracias Florentino, gracias por hacer de este deporte algo deshonesto y repulsivo.

lunes, 31 de mayo de 2010

Curiosidades



En las últimas fechas está siendo "vox populi" el fichaje de José Mourinho por el Real Madrid, hasta el punto de que tan sólo se habla de eso en los diarios deportivos, informativos, etc. Pero esto tan sólo es una tapadera, una forma de camuflar la bazofia que envuelve las elecciones a la presidencia del F.C.Barcelona.

Apenas se habla de las puñaladas y los dardos envenenados del señor Laporta a Sandro Rosell, cuando todos sabemos que es cuanto menos bochornoso que quiera tener el protagonismo en el futuro Barça incluso después de marcharse. Prueba de esto también es el fichaje del "Guaje" David Villa, que al margen de ser grandioso en lo deportivo, no deja de ser otro instrumento de Joan Laporta para recibir elogios y adulaciones que no merece.

Queridos lectores, no debemos olvidar, que el señor Laporta es la prepotencia personificada, la perpetua necesidad de protagonismo, es un hombre capaz de todo por llamar la atención, incluso exhibiendo su torso en la terminal de un aeropuerto y acusando de homófobos a los trabajadores de la misma.

Pues bien, ahora Laporta, en la recta final de su mandato, está cargando de manera constante y un tanto latosa contra su "viejo amigo" Rosell; acusándolo incluso de algunos asuntos turbios e irregularidades relacionados con la contratación de una empresa de Sandro para organizar un partido de fútbol en el Estado de Brasilia. Laporta "escupe" en cada rueda de prensa contra su acérrimo enemigo Rosell para seguir influyendo en el Barça muchos años más.



El plan del señor Laporta es dedicarse ahora de pleno en la política... ¡Que Dios nos pille confesados! Y en el caso de que no saliera bien, querría colocar un títere suyo en la presidencia del Barça para así tener la oportunidad de volver a mandar en una entidad tan importante en el mundo del deporte.

En fin, es tan sólo una reflexión de cómo en los medios se está "tapando" un asunto bastante vergonzoso que queda bastante lejos de la caballerosidad y de lo que en Cataluña llaman el "seni català"...

domingo, 30 de mayo de 2010

Rumbo al sur

La espera para el comienzo del Mundial más apasionante de los últimos años está agotando sus últimos anhelos, y es por ello por lo que en nuestro blog queremos estar más que preparados para el mismo, que tendrá lugar entre el 11 de Junio y el 11 de Julio. Así, estamos trabajando en los más minuciosos y exhaustivos análisis de cada grupo y cada selección. Para ello, la dirección de éste sitio web ha creado una página en la que poder informarse y opinar acerca del evento futbolístico más importante de cuantos hay. ¿Quién llega mejor? ¿Qué jugador puede marcar la diferencia? ¿Quiénes son los grandes estrellados del Mundial? Todo eso y mucho más, en nuestro nuevo vínculo: http://www.caminitodesudafrica.blogspot.com/. A buen recaudo, les aseguro que disfrutarán con todo lo que en nuestras líneas plasmaremos.

Se despide cordialmente:

La dirección

viernes, 28 de mayo de 2010

Vuelve 'El Niño'


La Selección está de enhorabuena. Fernando Torres, delantero de La Roja y una de nuestras principales armas para el Mundial, ha vuelto a entrenarse con normalidad con el grupo tras la fatídica lesión de rodilla que sufrió con el Liverpool y que le ha mantenido apartado de los terrenos de juego durante más de un mes.
El delantero se ejercitó durante 45 minutos junto a sus compañeros, realizando ejercicios de posesión y remate. Se le notó algo falto de ritmo, pero la valoración general fue positiva y, aunque rehusó participar en el partidillo, se le espera en plena forma para los próximos días.
Sin duda, ésta es una fantástica noticia para los nuestros de cara al importantísimo verano que se avecina, y más aún cuando hace apenas quince días la presencia del fuenlabreño en Sudáfrica no estaba ni mucho menos asegurada.
El punta, que no juega desde el partido de vuelta de los cuartos de final de la Europa League frente al Benfica, el 8 de abril, y tuvo que ser operado apenas diez días más tarde en Barcelona por el doctor Cugat, ha sufrido un auténtico calvario de lesiones durante esta temporada que le han obligado a perderse partidos muy importantes y especiales para él (a destacar el doble encuentro ante el Atlético de Madrid), lo que había sembrado dudas hasta el último momento sobre su participación en el Mundial y el estado físico con el que llegaría al mismo.
Torres antepuso siempre su club frente a cualquier otro compromiso, llegando a jugar tocado varios partidos, y jugándose lesiones más graves que pudiesen privarle del torneo veraniego, demostrando una gran profesionalidad que el Liverpool agradeció durante todo el curso.
Sin embargo, finalmente, ante la cercanía de la conclusión de la temporada, 'The Kid' optó por operarse para arreglar las molestias que sentía en su maltrecha rodilla, algo que a la larga ha resultado ser una gran decisión, pues el madrileño estará en perfectas condiciones para el 16 de abril, día del primer partido mundialista para España, frente a Suiza.

Así, aunque el jugador llevaba varios días recalcando que se encontraría en plena forma para el inicio de la competición, hoy tenemos la oficialización de la primera gran noticia para el combinado español en vísperas del Mundial. Que sean muchas más.

martes, 25 de mayo de 2010

Memorias de un Celtinha

Si bien ahora el Celta es conocido como un equipo mediocre de la categoría de plata de la liga española, puedo afirmar que no siempre fue así, pues hace unos pocos años nos hizo disfrutar del fútbol tanto en la Liga española, como en Europa.

El Celta es un sentimiento, un anhelo permanente de grandeza, que por los avatares del destino siempre se ha quedado en el intento. Con esto me refiero a que, pese a que el conjunto olívico ha hecho habitualmente buenas temporadas, siempre se ha quedado a las puertas de la consecución de algún título.

De todas formas, lo que aquí pretendemos poner de manifiesto, no es otra cosa que la decadencia de uno de los equipos más importantes de la historia del fútbol español. Para ello, podemos remitirnos a las numerosas participaciones del equipo en la hasta hace poco llamada copa de la UEFA (ahora Europa League), una participación en la Champions League (doblegando a equipos como el Milán), la consecución de la Intertoto en 2001, o el gran nivel desplegado durante años en la Liga española y en la Copa del Rey.

Si bien es cierto que el Celta fue uno de los equipos de moda en los últimos años, contando con grandiosos jugadores entre sus filas como Gustavo López, Mostovoi, Karpin, Penev, Gudelj, Jesuli, Edú o Makelelé. Ahora la realidad es muy distinta, pues apenas luchan por la permanencia en la Segunda División.

Los descensos, y las malas temporadas siempre han encontrado a la suerte como el principal culpable; pero lo cierto es que han sido la ineptitud de los diferentes presidentes, los malos planteamientos de los entrenadores y las lesiones de los jugadores punteros de la plantilla quienes han truncado esos sueños de seguir progresando.

Como consecuencia de todo esto, el Celta ahora está inmerso en un proyecto fundamentado en la cantera, que por suerte está dando como resultado la aparición de bastantes jugadores más que interesantes. Bajo la batuta de Eusebio Sacristán (que intenta el imposible de implantar el juego de toque del Barça en la Segunda española) el año próximo intentarán de nuevo el ascenso a Primera.

Los celtinhas nos refugiamos en el dicho que postula que “el que tuvo retuvo”, y apelar a la paciencia, pues si no se pierde la esperanza, y se le otorga el siempre importantísimo apoyo al equipo por parte de la afición, se puede llegar lejos. Y si no, que se lo pregunten al Atlético de Madrid, que ha sabido esperar luchando año tras año, hasta que por fin ha conseguido un título en este 2010, dejándonos a todos los españoles orgullosos y prendados del fútbol rojiblanco. Por tanto, démosle un voto de confianza a este nuevo proyecto vigués, con el colosal deseo de que cuanto antes se vuelva a escuchar la Rianxeira en los estadios de Primera.

Hala Celta!

sábado, 15 de mayo de 2010

Y el segundo fichaje de Florentino es...

El Real Madrid hace ya tiempo que comenzó a planificar la próxima temporada. Y es que tras el fiasco que parece van a llevarse finalmente este curso, con los casi 300 millones de la 'superproducción Florentino' invertidos en estrellas del fútbol mundial como Kaká, Cristiano Ronaldo, Xabi Alonso o Karim Benzemá, el equipo no ha terminado de carburar y está a un paso de finiquitar su año futbolístico sin un sólo título.


Pese a que a comienzos de temporada las cosas parecían pintar color de rosas, con un equipo y una afición convencidos de poder reeditar la atroz hazaña de Pep Guardiola y su Barça el campeonato pasado, que consiguieron por vez primera en la historia del balompié todos los títulos disputados: Liga, Copa del Rey, Champions, Supercopas de España y Europa y Mundialito de Clubes, lo cierto es que el Real Madrid no ha convencido a sus postores, con un juego rácanamente directo aunque efectivo. Dependientes de Ronaldo y de Higuaín, los blancos están a punto de terminar la mejor campaña liguera de su haber con la posibilidad de conseguir 98 puntos en Liga, pese a lo cual podrían no ganarla, pues su máximo rival, el Barcelona, podría llegar a los 99. En Copa y Champions, con sonoros chascos en Alcorcón, dónde un equipo de Segunda División B le endosó nada menos que cuatro, y contra el Lyon, dónde una vez más le traicionó su petulante confianza, el Real Madrid está a un paso de volver a terminar un año más en blanco.


Y es por ello por lo que Florentino y su séquito empezaron hace ya a pensar en la temporada venidera. No quieren más decepciones y volverán a tirar de cartera para poder poner la guinda a una plantilla galácticamente estrellada y poder por fin iniciar el asalto definitivo al todopoderoso Barça. Como siempre, al club de la capital española se le han asociado nombres como los de Rooney, Ribery, Silva, Arshavin o Villa e incluso otros más que impensables, léase Iniesta, Agüero, Cesc Fábregas Messi o una hipotética vuelta del eléctrico Robben. Pero la realidad es otra bien distinta. Lejos de lujuriosos fichajes, el club ha confirmado únicamente hasta el momento una incorporación: la del chaval Sergio Canales, de 19 años, última perla del Racing de Santander y una de las revelaciones del curso, pese a que su nombre no hace más de seis meses que ha salido a la palestra.



Pero todo parece indicar que en breve al nombre de Canales se le adherirá otro: el del centrocampista navarro Javi Martínez, quien actualmente está haciendo las delicias de todos los seguidores del Athletic de Bilbao. Tras años de calidad incertidumbrosa, el joven centrocampista está viviendo el hasta ahora momento más dulce de su carrera, y por fin se ha afianzado como uno de los mejores en su posición de nuestra nación, siendo sin duda una de las grandes sensaciones del año, y su mágica temporada no ha pasado desapercibida para nadie. Así lo saben tanto Vicente del Bosque, quien le ha incluído en la lista de preseleccionados de España (es la primera vez que el jugador va con el equipo nacional) para el Mundial de Sudáfrica, por delante de hombres como Mikel Arteta o Pablo Hernández, como varios de los grandes del panorama internacional, como son el Liverpool, la Juve, el Arsenal, o el Manchester City, y nacional, como los dos clubes españoles por excelencia, Barcelona y Real Madrid, además de otros ilustres como el Sevilla, el Villarreal, o el flamante campeón de la UEFA Europa League, el Atlético de Madrid. Pero, ante tanto interés, y tal y como ha podido saber esta página, el mediocentro de Lizarra parece haberse decantado por la oferta del Real Madrid. Y es que pese a que desde que salió de la cantera de Osasuna rumbo a Bilbao siempre ha estado de lo más feliz en el Athletic, todo parece indicar que el proyecto deportivo del mejor club de la historia, unido al aliciente que supone jugar junto a todas las estrellas del conjunto de Concha Espina y lo que es más importante, de uno de sus grandes ídolos y compañero de posición, Xabi Alonso, podría haberle hecho cambiar radicalmente de idea. El Athletic se remite a su cláusula, de 24 millones de euros, que por supuesto no será impedimento alguno para un Florentino que parece decidido a contratarle a toda costa. Las negociaciones, que de momento no trascienden a oídos del público, podrían cerrarse en breves, y el fichaje se anunciará previsiblemente antes del Mundial de Sudáfrica, o después del mismo, aunque no durante, pues muy posiblemente él será uno de los elegidos finalmente para la cita futbolística, junto a otros hombres de futuro aunque inexpertos en 'la Roja' como el extremo barcelonista Pedro Rodríguez, el lateral de Osasuna Azpilicueta o el versátil Jesús Navas.



Atados ya Canales y Javi Martínez, ¿cuál será la nueva bala de Florentino para intentar tumbar al Barça? Eso y mucho más, se lo contaremos desde aquí. No se lo pierdan.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Condenado

¿Quién le iba a decir a Fernando Sanz que menos de un año después de rozar la gloria quedándose a las puertas de los puestos que dan acceso a competición europea y siendo la revelación del año, el equipo de sus amores, un recién ascendido Málaga, el mismo que le dio a conocer y le hizo capitán y del que ahora es presidente, que tantos buenos pálpitos dejó de la mano de hombres como Apoño, Eliseu, Gámez, Baha o Duda bajo la dirección de un pletórico Antonio Tapia, iba a verse involucrado en una agónica lucha por tratar de salvar la categoría junto a otros cuatro equipos con una plantilla desmoralizada y cariacontecida?



Seguramente nadie. Porque en ese momento se trataba de algo descerebrado y paradójicamente casi imposible. Situación que ni siquiera cambió tras la extraña decisión de dejar marchar a Tapia rumbo al Betis al final de la temporada anterior o tras el adiós de hombres importantes como Goitia, Lolo, Salva Ballesta o Eliseu. Porque el bloque supo sobreponerse y la ilusión seguía en pie, el sueño de alcanzar Europa intacto para volver a ser abordado, y las ganas y fuerza eran sorprendentes y alentadoras. Pero entonces, Sanz tuvo la hasta ahora peor idea de su corta carrera como directivo: contratar al técnico que obró el deseado ascenso hace ahora dos años de un modo bastante agónico, Juan Ramón Muñiz, el mismo que pocos meses antes había sido relevado de su cargo como entrenador del Racing en pos de los malos resultados obtenidos. Pocos malagueños entendieron dicha elección, superpuesta a otras como las de Victor Fernández, 'Cuco' Ziganda o la hipotética vuelta a los banquillos del maestro Joaquín Peiró.

Pero de poco importaba, el esfuerzo e interés de los jugadores era máximo, y pese a contar con uno de los equipos con menor presupuesto de Primera, Sanz logró retener a pilares como Gámez, Apoño o Wellington o ampliar la cesión de dos de los talismanes e ídolos de La Rosaleda, el sutilmente mágico Duda y el siempre simbólico Albert Luque, además de fichajes a coste cero o a préstamo como los del experimentado meta Munúa, correosos zagueros como Mtiliga o Stepanov (cabe destacar aquí que en un alarde de ingenio, Muñiz incomprensiblemente dejó pasar a Jorge Andrade, que se incorporó a prueba), endiablados velocistas como el interista Obinna, el versátil internacional portugués Edinho o el canterano madridista Valdo, o jóvenes talentos como Xavi Torres, Jordi Pablo o Forestieri, el para muchos 'nuevo Messi', además de canteranos que comenzaban a ser asiduos como Manu Torres o la perla malagueña Edu Ramos. El conjunto se compenetraba y las cosas comenzaban a carburar. Con muchas caras nuevas y bastantes bajas, la base sólida seguía intacta, la máquina engranaba y el sabor de boca de los aficionados al club de la Costa del Sol se iba endulzando de un modo que terminaría siendo peligrosamente amargo.

Así comenzaba la temporada, un nuevo asalto a la Liga con expectativas bastante altas. Sin sospecharse, para nada, que la temporada sería un vaivén constante entre penas y alegrías, entre felicidad y desengaños. Y gran parte de culpa de ello puede serle achacada a un solo ente, a una sola persona, que no es otra que el propio Muñiz. Siempre, lo fácil es echar la culpa al entrenador de gran parte de los males de un equipo, y por lo general, estas acusaciones pueden resultar infundadas. Aunque este no es el caso del técnico gijonense, que desde el comienzo de la temporada, creyéndose tener mejor plantilla de la puesta, comenzó a rotar de un modo absurdo, sin importarle un mínimo resquicio las actuaciones de cada jugador, y relegó clandestinamente a hombres fundamentales para la afición andaluza como Nabil Baha o Albert Luque en beneficio de otros como el recién llegado Obinna, al que situaba sin demora como único punta pese a su posición natural de extremo, lo que junto a las lesiones del propio Apoño, Helder Rosario, Pere Martí o Fernando, generó una situación tan incertidumbrosa como obsoleta que desembocó en la pérdida casi definitiva del esfuerzo, el anhelo, y en definitiva, la esperanza ya no solo de reeditar e incluso mejorar el temporadón obrado bajo la batuta de Tapia, sino también la de poder mantenerse en la categoría sin tapujos ni dificultades.


Poco a poco, el equipo fue perdiendo fuelle, confianza, garra y vigor, desalentándose poco a poco con cada derrota, con cada fallo, con cada decisión imprecisa de Muñiz, hasta terminar coqueteando constantemente con las zonas más bajas de la tabla. En invierno, se trató de mejorar la situación con la incorporación del delantero ecuatoriano Caicedo, que sin embargo, no acertó a terminar con la falta de gol acuciada por la motivada desmoralización de Baha. Y Muñiz, en otra sabia decisión, optó por desestimar los servicios de hombres ofertados como Eliseu, malaguista confeso o de Walter Fernández, gran sensación en Segunda División con el Nástic. En cambio, lo que sí que hizo fue deshacerse de Edinho, que llegó por petición expresa suya. Además, el técnico, en otro alarde de su desconfianza en la plantilla afligió un abuso constante a la cantera costasoleña, haciendo habituales en sus convocatorias hasta a cinco chavales: los defensas centrales Iván González, quizás el único acierto del entrenador, o Daniel Orozco, junto a los centrocampistas Toribio, Portillo, Javi López o Juanmi, este último de sólo 16 años, al que recurrió como solución de urgencia para tratar de remontar un 2-0 en el Bernabéu. Ni que el imberbe pudiese hacer milagros.

Málaga entera comenzaba a visionar lo que se venía encima. La primera vuelta se completaba con más pena que gloria y la cosa parecía tornarse a peor si cabe. Las sonoras plegarias de la afición para la destitución del entrenador al haberse dado cuenta de la hilemórfica relación encontrada entre Muñiz y el fracaso vagaban sin hacer ruido por los oídos de un Fernando Sanz que a su vez observaba impasible como Tapia era relevado de su cargo en el Betis, sin vislumbrar entonces que esa podría ser la solución final a los daños del club.



Pero nada de eso ocurrió, y el Málaga continuó vagabundeando por los puestos calientes de la tabla, sin llegar a acercarse demasiado. Flirteando constantemente con la zona baja, en un rizar continuado del rizo de la Segunda División cuya realidad bien podría suponer el final definitivo de un club fuertemente endeudado. Y Muñiz, seguía probando fórmulas, nuevos inventos de su mágica excelencia. De esa excelencia que le hizo ser despedido en Santander por no seguir los prototipos y clichés que se supone debe tener un preparador de primer nivel. Como si de la pretemporada se tratase, el míster no cesaba de modificar y modificar el estilo de juego, gustase o no, triunfase o no. Tratando de dar con su tecla ideal, que seguramente ni él sepa cuál es. Primando la confianza de la inexperiencia sobre la de la pericia, los canteranos tenían cada vez más peso en las formaciones. Unas formaciones intrincadas, sin sentido alguno y de lo más cambiantes. Y a las que, claramente, las actuaciones arbitrales, dicho sea, no favorecían lo más mínimo. De hecho, las equivocadas decisiones de los insubordinados hombres de negro hundían, quizás merecidamente, al equipo en una inestable quimera.


Con ello, el final de temporada del equipo se preveía de lo más abrupto e inseguro. Con el equipo a tiro del descenso ante la envidiable reacción de los de abajo, el equipo debería en la antepenúltima y penúltima jornada a Bilbao y Getafe. Como era de esperar, el desencajado bloque, con la moral, el ánimo y la fe funestamente desbandados, apenas pudo plantar cara ante dos de las grandes sensaciones de la campaña. El ya reconocido como héroe por Málaga, Duda, salvó un puntito de San Mamés con un gol olímpico, y en la ciudad madrileña, el equipo no salió a por lo que tenía que salir y Soldado y Pedro León fueron su mártir, cavando casi sin quererlo la tumba de un equipo que, cosas del fútbol, solo doce meses antes se había ganado el respeto, afecto y cariño de la gran mayoría de los clubes españoles, destilando pundonor y coraje.


Así las cosas, a falta de un partido, de una puntillosa e indeseable jornada, el Málaga se encuentra empatado a 36 puntos con Valladolid, Racing y Tenerife, por 33 del Xerez, colista, con opciones de salvación tras en el segundo tramo de la temporada haber derrochado generosamente ese valor e ímpetu que su equipo vecino únicamente ha exhibido con timidez en determinados últimos estragos del año liguero. Y su juez, para más inri, no será otro que uno de los dos candidatos a llevarse la Liga, el Real Madrid, que completando la mejor campaña de su historia está segundo detrás del todopoderoso Barça de Guardiola, y que viaja a La Rosaleda con el objetivo de pasar y arrasar ante una necesitada parroquia que tantas veces se ha mostrado adepta madridista y que de perder, sería prácticamente carnada de tiburón, o lo que es lo mismo, pasto de Segunda División. Le pese a quien le pese, le duela a quien le duela, al Málaga solo le queda dar la campanada, esa campanada que no ha atinado a marcarse a lo largo de toda la Liga, para tratar de vencer a los indomables chicos de Pellegrini y de paso, obrar una casi imposible e idílica salvación. Quizás sea este el momento en el que Muñiz deba dejar atrás su petulante y más que equívoco conocimiento y dejarse llevar por otras vías, por quienes realmente sienten la camiseta. Por hombres como Baha, Apoño, Duda, Luque o Gámez, sobradamente comprometidos por el club y que no dudarán en dejarse la piel para intentar salvar su último escollo para mantener la categoría y que deberán conjurarse y darlo todo para, sea como sea, tratar de imponerse a los Ronaldo, Higuaín, Kaká y compañía. La misión es difícil, más que difícil, pero esto es fútbol, señores. Y puede pasar cualquier cosa. Pero pase lo que pase, hay una cosa que está clara. Que el adiós de Muñiz al club no debería demorar más de lo estrictamente necesario, porque con su dudoso estilo únicamente ha logrado una cosa: condenar a un equipo, a un sentir, y a una ciudad, a un castigo quizás demasiado duro, el descenso que el mismo se ha labrado y quizás, quién sabe, a su fatídica desaparición.

sábado, 1 de mayo de 2010

Dos atléticos en Anfield Road

Hemos llegado a Liverpool siguiendo al Atlético de Madrid. Aunque parezca mentira estamos en el último partido de semifinales de la recién llamada UEFA League. Tras bajar del avión los autocares nos llevan directamente al escenario del partido. Quedan aparcados a unos trescientos metros del estadio, y nos dirigimos a conocerlo. Algunos, ya veteranos en estas lides por los partidos europeos de la temporada pasada, van directamente al centro de la ciudad, tomando los clásicos taxis ingleses o esperando la llegada del autobús . Nosotros rodeamos tranquilamente el estadio, y vemos que nuestra puerta de entrada está cerca, muy cerca de la famosa valla que exhibe la leyenda "You'll never walk alone", el nunca caminarás solo forjado en hierro negro junto al escudo del equipo, al lado del pequeño monumento que conmemora el desastre de Hillsborough, en recuerdo de los 96 aficionados del equipo fallecidos en el trágico 19 de Abril de 1989. Arde en su memoria una llama perpetua, junto a un panel donde figuran cada uno de sus nombres sobre una camiseta. Terminamos de dar la vuelta al estadio, que se encuentra rodeado, encajonado prácticamente entre las casas (me recordaba el estadio de Boca Juniors) y vamos a ver el museo del club al lado de la tienda.

Pido dos entradas en malísimo inglés, pero no hay problema pues el tipo del mostrador habla muy bien español. Nos indica que para ir al centro de la ciudad hay que coger el autobús 17 y nos desea suerte para el partido de esta noche. Entramos al museo por un torno muy estrecho, igual al que nos vamos a encontrar en la puerta del estadio. El recinto es pequeño, pero merece el nombre de museo en toda regla. La ambientación es soberbia. Allí están las cuatro Copas de Europa y la Champions del 2005, encerradas en vitrinas junto a multitud de recuerdos y detalles, banderas, libros, fotos de los fundadores, jugadores, benefactores y aficionados, programas de los partidos clave, banderines, las botas de Xavi Alonso en la final de Estambul, una placa de la tragedia de Heysel, un trofeo Villa de Madrid conquistado en nuestro estadio ...


Un minicine repasa continuamente el camino que les llevó a la quinta Copa en Estambul, una maqueta reproduce el aspecto sencillo del primer Anfield ... Todo destilando un atrayente aroma a fútbol. Salimos y vamos a la tienda del Estadio, con la puerta presidida por una bandera española con una inscripción que nos da la bienvenida en nuestro idioma. Parece mentira lo que podemos encontrar aquí: camisetas, polos, cazadoras, ropa interior, artículos de regalo y papelería, llaveros, banderines, bañadores, toallas, ropa de cama, ropa de bebé, pósters, libros, dvd, ... todo lo imaginable y algo más, rematado por el brillante color rojo del equipo. ¡Qué variedad!


Dejamos la tienda con unas libras de menos y tomamos el 17 como nos habían dicho hasta el centro de la ciudad, aprovechando que faltan unas horas para el partido. En plena zona comercial nos encontramos otras dos tiendas del Liverpool, todavía más equipadas que la ya conocida. Otra vez la bandera de bienvenida y los vendedores son muy amables, hay quien habla español y uno de ellos me pregunta por el puesto que ocupamos en la Liga española y me dice que le gusta Perea, antes de desearme suerte esta noche. Ha pasado bastante tiempo cuando nos dirigimos a Matthew Street y entramos en The Cavern Club, el local donde empezaron tocando los Beatles, hoy tomado por los rojiblancos que han puesto una bufanda al cantante que desgrana canciones del cuarteto con entusiasmo, mientras caen las cervezas de la fiesta atlética entre los destellos de las cámaras fotográficas. Afuera, unos metros más allá de donde comemos "fish and chips", hay una estatua de John Lennon que también aparece ataviada con los colores del equipo del Manzanares. Por cierto, no me olvidaré de contar que Liverpool es la ciudad más limpia que conozco, no hay papeles en el suelo, ni porquería, ni pintadas en las paredes. Felicidades a todos sus habitantes.


Cuando faltan dos horas tomamos el camino de Anfield y buscamos nuestro 17. Los autobuses pasan llenos y no hay forma de subirse, llevamos media hora esperando y un empleado nos dice que el autobús va a parar en la calle de atrás, frente al Hotel Marriot. No lo sabíamos, pero aquí esta alojado el Atleti. Estamos todavía esperando cuando sale el autobús con los jugadores camino del estadio. Casi no les vemos tras los cristales ahumados, pero seguro que han oído nuestros gritos de ánimo. Y el autobús no llega, y la lluvia arrecia ahora, cuando menos debe ... Pero ahí está, sí es nuestro 17. Ya vamos camino de Anfield, es un autobús setenta por ciento español y treinta por ciento británico, donde la conversación surge en franca camaradería con los supporters, donde una vez más nos sentimos como en casa... qué pena mi inglés, casi no me entero de nada.


Ya estamos en Anfield otra vez. El estadio está rodeado de puestos donde comprar bufandas, banderas y artículos del club, algo parecido a lo que sucede en el Calderón. Nos acercamos a los puestos de comida para reponer fuerzas y gastar las últimas libras. Ya va siendo hora de entrar al estadio. Nos han dicho que todas las localidades están cubiertas, no vamos a mojarnos.


Nada más pasar observamos que el bar muestra también una leyenda sobre el cartel de los precios: bienvenida la afición del Atlético de Madrid. Subimos la pequeña escalera que nos lleva a nuestro sector y buscamos nuestro asiento, que está en la primera fila del fondo, a quince metros del banderín del córner. Y está tan limpio como todo en esta ciudad. Igualito que en el Calderón. Enfrente está The Kop, la mítica grada de los hinchas más ruidosos, que exhiben esas enormes banderas y pancartas que van pasando de mano en mano y que parecen olas al viento.


Los equipos ya están calentando y vemos como las gradas se van poblando de aficionados locales. Los atléticos atestamos la nuestra, no queda ni una libre, eso es seguro. Se palpa un ambiente especial, estamos ahí mismo, tan cerca de las tribunas laterales, tan pegados al césped. Empezamos a cantar para animar a los nuestros. Los futbolistas se retiran y vuelven a los vestuarios, ya falta menos para el gran momento.


Cuando empieza la multitud a cantar el himno el corazón se encoge. "You'll never walk alone" atruena acompasado mientras se despliegan las bufandas, ondean las banderas y el estadio toma vida propia en su armonía coral. No he vivido nada igual. El suelo parece temblar y las amplias viseras que protegen todo el estadio de la lluvia quieren retener el sonido y amplificarlo en un momento de comunión sin límites que los atléticos presentes guardaremos para siempre.


No voy a relatar el partido porque todos lo habéis vivido en la radio o la televisión. Sólo voy a contaros que el ambiente fue inenarrable. Los atléticos nos dejamos la garganta en un partido pleno de tensión y alternativas, en busca de un sueño que fue todavía más difícil de lo esperado. A cada achuchón del equipo rojo, respondía la afición inglesa con gritos de ánimo y canciones coreadas por todo el estadio, absolutamente todo. No hay hincha que no cante y a ello contribuye el ritmo, que permite seguir a todos la canción del momento. Esto nos falla en el Calderón, donde los espectadores del fondo sur, sin duda los más activos, cantan a veces tan deprisa, que acaban animando ellos solos, aunque una buena parte del estadio les seguiría muchas veces.


En Anfield no es así, es el todos para todos y para el equipo, casi continuamente. Aún así conseguimos que se nos oyera. Vaya que sí. Aunque la ronquera fuera el denominador común en el avión de vuelta.


Aquilani marca al final de la primera parte, después de haber aguantado los primeros minutos la presión infernal que marcaron los locales de la mano de Gerrard y Benayoun, esto se pone feo. Pero el Atlético reacciona y tiene sus oportunidades, hasta que llega la prórroga y el gol de Benayoun nos pone contra las cuerdas. Pero nuestro entrenador es un estratega que ha sabido llevar al equipo a otra dimensión donde los jugadores se creen capaces de ganar lo que antes daban por perdido y la reacción que da paso al triunfo llega por mediación del resucitado Reyes a manos del Uruguayo, porque los nuestros no son inferiores a nadie, tienen el apoyo de una gran afición, saben que son un equipo, creen en la clase y en la épica y no podían dejar de firmar una página maravillosa en el libro de Anfield, un campo donde la gente ama el fútbol y todo lo bueno que le rodea.


Cuando el partido acaba, cuando los cantos de la afición rojiblanca se hacen los amos del estadio, cuando la alegría desbordada de estar en una final europea después de tantos años arrecia y los jugadores rojiblancos saludan abrazados, enfervorecidos a su hinchada, falta todavía algo que disfrutar en la noche mágica. Mientras los supporters abandonan las gradas van aplaudiendo a la cercana grada rojiblanca y levantan los pulgares reconociendo la victoria y demostrando la hermandad que ha creado la admiración conjunta por el Niño Torres The Kid , la perla de nuestra cantera, el estandarte español de los fieles ingleses. Muchos de ellos se paran y entregan a los stewards de chaleco amarillo (los encargados de seguridad de la UEFA) su bufanda para intercambiarla por la de un seguidor atlético, porque siempre es más valiosa la de un amigo que la comprada en la tienda, mientras los rojiblancos cantamos ¡¡Liverpool, Liverpool, Liverpool.......!! con toda el alma. Para siempre quedará la imagen del hincha inglés, un hombre de unos cuarenta años, que llorando besa el escudo del Atlético en su bufanda recién compartida, antes de abandonar Anfield.


Sí señor, estamos en la final de Hamburgo. Nos los merecemos y la vamos a ganar. Gracias Quique Sánchez Flores, gracias a todos los jugadores y miembros del equipo .


Pero gracias sobre todo a mi hijo que con su insistencia me obligó a ir a Liverpool, me ayudó a sumergirme en la magia de Anfield, a vivir con los atléticos la sensación de estar en casa a dos mil kilómetros de distancia, a disfrutar de lo mejor del fútbol con los creadores de este maravilloso invento, a reinvidicar que nuestro deporte, tanto veces ensuciado por la ambición desmedida, el mercantilismo y la búsqueda del enfrentamiento, puede y debe servir para compartir la emoción y la amistad, porque Liverpool y Atlético amamos el apasionante juego del balón redondo. Gracias por esta experiencia que nunca olvidaremos, porque pienso guardar las entradas del gran día que pasamos juntos en la Catedral de Anfield y contárselo algún día, con detalle, a mis nietos en plan abuelo Cebolleta.

martes, 6 de abril de 2010

Las 'novias' de Piatti

El delantero argentino Pablo Piatti, del Almería, está pasando por el momento álgido de su carrera deportiva en los últimos tiempos. En la línea de los Messi, Agüero o Forestieri, el habilidoso extremo, de 21 años, que aterrizó en la bahía andaluza hace ya dos veranos por nada menos que el abono de siete millones de euros a Estudiantes de la Plata, convirtiéndose así en el fichaje más caro de la historia del club andaluz, no había logrado encontrarse del todo en el fútbol español hasta la llegada de Lillo al banquillo almeriense en Diciembre del pasado año. Fue entonces cuando comenzó con su fulgurante consagración. La valiente confianza que el entrenador tolosarra depositó en él sirvió para que la progresión de El Duende, que parecía estancada, continuase por el camino correcto. Por ese camino correcto que debería llevarle en muy poquito tiempo a ataviarse la albiceleste, así como a marchar a un grande europeo.







Y esto último podría no demorarse mucho, pues bastantes equipos han saltado a la palestra. Según ha podido saber esta página, el Zaragoza, club que también pasa por un momento dulce, podría haber preguntado por él, aunque no es un destino que satisfaga demasiado los intereses del punta argentino. En idéntica situación se encuentran equipos como el Betis, el Everton, el Nápoles o el Espanyol, lugares por otro lado a priori impropios para el total desarrollo de las aptitudes del jugador. Piatti está contento en Almería bajo la batuta de su mentor Lillo y únicamente vería con buenos ojos un traslado si con ello puede mejorar con creces lo presente, es decir, marchar a un club que el año que viene opte a disputar competiciones europeas. Así, equipos de media Europa, como Tottenham, Atlético de Madrid (donde se reencontraría con el Kun, compañero suyo en las categorías inferiores de Argentina y con el que se entendió a las mil maravillas para dar a su país el Mundial Sub-20 de 2007), Olympique de Marsella, Liverpool, Valencia (donde volvería a compartir vestuario con su amigo Banega), Aston Villa o Palermo se encuentran en una disputa sana (o insana) por el chaval. Aunque bien es verdad que el delantero no quiere marcharse de España, también es cierto que el fuerte interés depositado por equipos de la Premier en hacerse con sus servicios podría hacerle cambiar de idea. Todo lo demás parece inviable. De momento, el jugador tiene contrato hasta el año 2015 y sólo una oferta tan seria como opulenta y ambiciosa podría alejarle de jugar el año que viene en el Estadio de los Juegos Mediterráneos.

martes, 2 de marzo de 2010

Pequeño Gran Hombre


Es muy normal hablar de la Fórmula Uno. A raíz del fenómeno Alonso, este deporte ocupa un lugar importante en las informaciones de los medios y las conversaciones cotidianas. No siempre ha sido así, de hecho su difusión era muy pobre hace seis o siete años. Hoy vamos a remontarnos a finales de los 70 y primeros 80, cuando solamente teníamos en directo el Gran Premio de España en televisión, muy rara vez algo más.


Parece que Gilles Villeneuve ha caído en el olvido. Se le menciona como padre del campeón del mundo en 1997 Jacques Villeneuve y últimamente hemos visto la estatua erigida en su honor en la fábrica de Maranello, ahora que Ferrari y Alonso están de moda. Como estamos en el presente vamos a tirar de estadística, la biblia actual de los comentaristas deportivos. Seis victorias, siete vueltas rápidas, dos veces primero en los ensayos, sobre un total de sesenta y ocho carreras. Y todas ellas, menos una, las hizo con Ferrari. Ningún título mundial. ¡Vaya números más flojos! Bájate del caballo, Gattamelata, que te ha dado mucho el sol.


Pues no, voy a contaros su historia a mi manera. Aunque sólo sea porque todavía se ven en los circuitos (fijaos en la tele o si tenéis la suerte de estar en persona) pancartas y banderas de Ferrari con su nombre y el número 27 marcados.


Gilles nació en Canadá, en la provincia francófona de Quebec en 1950. Su trayectoria hasta llegar a la F-1 era poco habitual, pues procedía de la F-Atlantic en vez de seguir el camino habitual de entonces: karts, F-3 y F-2. Antes de esto había sido campeón internacional de motos de nieve, disciplina en la que destacó junto a su hermano Jacques. Nadie conocía en Europa a Villeneuve, pero en 1976 la ciudad canadiense de Trois Rivieres invitó a varios pilotos de F-1 para celebrar el décimo aniversario de su prueba, que cerraba todos los años el calendario de la Fórmula Atlantic canadiense. Gilles ganó la carrera e impresionó tanto a James Hunt (campeón de F-1 ese mismo año), que el piloto inglés le "recomendó" a su equipo y debutó en Silverstone en el G.P. de Gran Bretaña del año siguiente, a los mandos de un Mc Laren. No consiguió puntuar, pero dejó al público y a sus oponentes perplejos por su combatividad y ... su facilidad para hacer trompos, sin daños eso sí. Y ocurrió lo inesperado: Enzo Ferrari le ofreció un asiento en su equipo para las tres últimas carreras de la temporada, ya que Niki Lauda, que había ganado anticipadamente su segundo mundial, se despedía airadamente del equipo en una de sus habituales salidas de tono. Parecía mentira que el Commendatore fichara a un piloto con un solo gran premio disputado, pero el italiano había visto algo especial en el pequeño canadiense. Sin embarga la última prueba en Japón se saldó con un grave accidente al saltar el coche de Gilles sobre el Tyrrell de Peterson en un error del recién llegado. Quien más, quien menos veía muy difícil su futuro, pero fue confirmado junto a Reutemann para la siguiente temporada.
Estamos en 1978 y Gilles inicia su primera temporada completa con el precioso Ferrari T3. Aprenderá mucho de su compañero Reutemann, el piloto que no pudo ser campeón del mundo, hombre serio y callado, rapidísimo y gran profesional, hoy gobernador de la provincia de Santa Fe en su Argentina natal. En su año de adaptación Villeneuve ganó la prueba que cerraba la temporada, en Canadá, delante de su público en Montreal. Fue el delirio y el primer gran resultado para un piloto que llenaba páginas en la prensa especializada, el único recurso que teníamos los pocos aficionados españoles a este deporte.


En 1979 Ferrari presentó su equipo con el sudafricano Jody Scheckter y Villeneuve, al cambiar Reutemann a Lotus. Fue un campeonato muy animado, de los mejores, y aquí Gilles dio lugar a una de las batallas que han entrado en la leyenda de la F-1. Hablamos del G.P. de Francia, disputado en el circuito de Dijon-Prenois. El circuito de se encuentra junto al pequeño pueblo de Prenois, cerca de Dijon, la capital de la Borgoña francesa. Está rodeado de extensos prados para la acampada, donde los aficionados comparten bocadillos, vino y cerveza, mientras comentan el viaje o los últimos entrenamientos a la luz y el calor de las hogueras la noche anterior a la carrera. La pelouse y las pequeñas tribunas del circuito se visten con los colores azul y blanco del animoso equipo francés Ligier (que había ganado ya tres carreras), con las inevitables gotas de rojo Ferrari que no pueden faltar en el ambiente. Pero no es el día de Ligier, aunque sí de Francia. Jean Pierre Jabouille lleva su Renault al primer lugar de principio a fin, consiguiendo para el bravo equipo francés el primer triunfo de un Turbo en la Fórmula Uno, inaugurando una nueva era . Las banderas francesas ondean entre la multitud cuando se llega a las últimas vueltas. Pero falta lo mejor. Buena parte del público se agolpa en la pelouse en una zona de buena visibilidad que domina dos curvas enlazadas de derecha a izquierda, formando una "ese" muy parecida al famoso Radillon de Spa-Francorchamps. Igual que allí son curvas ciegas, no se ve la entrada ni la salida hasta que el coche se encuentra en mitad de ellas. El primer puesto está decidido hace mucho, pero René Arnoux se va acercando paulatinamente a Villeneuve, con un ritmo superior hasta que consigue pasarlo a menos de cinco vueltas para el final. El fervor de la muchedumbre se desborda, Renault en Francia, con los turbos y nada menos que doblete. Pero el Ferrari de Gilles ha metido el morro casi debajo del alerón trasero del coche francés. A la vuelta siguiente, bloqueando las ruedas traseras en una frenada imposible a la entrada de la "ese" vuelve a ponerse delante de Arnoux y pasan la curva a mínima distancia. El rumor del público casi tapa el ruido de los motores, queda muy poco de carrera, qué va a pasar. Otra vuelta más y Villeneuve intenta mantenerse, sale ligeramente descolocado de la primera curva y le pasa Arnoux, pero Gilles no ceja y ataca por dentro en la segunda, desapareciendo emparejados de la vista de los espectadores, dejando al respetable a la espera de la última escaramuza. ¡¡Se han pasado dos veces en la "ese" , imposible, a 200 Kilómetros por hora donde sólo hay sitio para uno!! La escaramuza se repetirá otra vez pero al final Gilles consigue mantenerse delante en la última vuelta y llegar segundo. ¡Qué barbaridad! El público revienta. Todos hablan entusiamados, no hay que saber francés para entenderlos, no importa que no haya doblete de Renault, ni los ferraristas protestan por quedar segundos, nadie ha visto nada igual.En el podium los pilotos se saludan y comentan enardecidos la lucha librada hasta el final, con trazadas imposibles, sin una mala maniobra, en el que muchos consideran treinta años después el mejor duelo de la historia. ¡Qué gran día, uno de de julio de 1979, Renault, los turbos, Jabouille, Villeneuve y Arnoux! Buscad en internet "Villeneuve y Arnoux" y encontraréis bastante material filmado. La temporada acabó con el título de Scheckter, coronado en Monza con la colaboración del canadiense que obedeció las órdenes de equipo. Gilles sumó más puntos que su compañero, pero el reglamento que la Federación aplicó ese año le obligó a descontarse dos resultados. Gilles no tuvo suerte, pues además los problemas mecánicos le apartaron de la victoria en varias ocasiones.

A estas alturas Gilles se había consolidado en la especialidad. Nadie discutía ya la decisión del Sr. Ferrari. Deslumbraba con su bárbaro estilo, no sabía conservar, atacaba hasta el final sin importarle el puesto que ocupara en carrera. Se dice que nadie, salvo Nuvolari, ha sido capaz de luchar así. Era un piloto diferente, que había llegado de forma inesperada, creando una gran expectación. No se parecía a nadie, ni por pilotaje ni por actitud. Era feliz en los circuitos donde acudía con su mujer Johanna y sus dos hijos Melanie y Jacques (el futuro campeón) siempre que era posible. Se le veía en los paddocks del mundial compartiendo con ellos el mundo que disfrutaba: había nacido para pilotar , nadie gozaba de su profesión como él. En sus vacaciones le gustaba navegar con su barca de dos motores fuera borda, que al parecer sumaban cerca de 450 CV. También disponía de un helicóptero (era bueno el sueldo en Ferrari ¿eh?) que pilotaba él mismo, ¿adivináis la marca? ...MV por supuesto, el mismo fabricante de las famosas motos italianas. ¿Podía ser de otra forma? Nieve, asfalto, mar, aire, siempre asociado al mundo del motor, a la potencia, a la velocidad.


También estaba su relación con la gente. Ferrari ha sido muchas veces un equipo hermético y antipático , nada que ver los equipos franceses de entonces, siempre amables y cercanos, o los correctos e incluso afables británicos (Ron Dennis no llegó hasta el 81). Gilles cambió las cosas, porque no tenía inconveniente en hablar con prensa o aficionados, es lógico porque formaban parte de su mundo. Más bien tímido y comedido, nada que ver sus modales con su exuberancia en la pista, era habitual ver en los circuitos un círculo de periodistas que le rodeaban, tapándole por su baja estatura. Aunque buscaba sus momentos de intimidad y concentración, era con diferencia el personaje más accesible de los esquivos hombres de rojo. Se ganó a los mecánicos por su forma de ser, su simpatía y sencillez, sus ganas de trabajar y su contagioso entusiasmo. Al público, ya está todo dicho, le había conquistado su forma de conducir. Se llevaba bien con los demás pilotos, era amigo personal de Scheckter, aunque algunos el calificaban discretamente de temerario. Esto era inevitable, pero era una Fórmula Uno muy distinta a la actual, había respeto entre ellos que hoy no existe.

Gilles tenía grandes esperanzas para la temporada de 1980, pero las cosas no pudieron salir peor. El coche, una evolución del campeón anterior, resultó ser un auténtico "hierro", y Villeneuve sólo marcó seis puntos, a la vez que Jody Scheckter marcó dos y decidió retirarse a fin de año. Ferrari estrenó su motor turbo en ensayos, ya convencidos de que era el camino a seguir, como estaban demostrando las victorias de Renault. El título, el primero para ambos se lo llevó Alan Jones y su Williams.

Llegamos a 1981 y Didier Pironi acompaña a Gilles en los coches rojos. Todo el mundo opina que el recién llegado , que había ganado en Bélgica con Ligier el año anterior, es un piloto Ferrari de pies a cabeza: joven, rápido, competitivo, es la gran esperanza de Francia para lograr el título que se les niega y tanto merecen. Pero las cosas no van a ser fáciles. El motor turbo es un auténtico ciclón, y sorprende por su fiabilidad y potencia, está a altura del Renault desde el primer día. El chasis es otra cosa, es un auténtico desastre que no permite al coche el menor equilibrio. El equipo está desesperado, no puntúan hasta la sexta prueba de la temporada, en Mónaco, con los nueve puntos de Villenueve y los tres de Pironi. Sí, Gilles ha ganado la carrera, partiendo desde la segunda plaza de la parrilla, haciendo una carrera magistral y con suerte, pues el Williams de Jones, que iba destacado, tiene grandes problemas en la última vuelta. La prensa alaba sin ambages a los dos pilotos, ya que Pironi había salido decimoséptimo y acabado cuarto. Han sido muy superiores a sus coches.

El siguiente Gran Premio lo teníamos marcado en el calendario. Es el Gran Premio de España en el Jarama, que nos espera un año más. Esto es muy distinto a Dijon, está a menos de treinta kilómetros de Madrid, a las puertas de casa. Y el circuito nos recibe con su mejor cara. Da gusto ver la zona de paddock, con los camiones de los equipos y las carpas de los patrocinadores, desplegando el colorido que siempre acompaña a la Fórmula Uno.

Los entrenamientos traen algunos sorpresas. El Ligier de Laffite, que esta año se llama Talbot por razones comerciales, sorprende por sus buenísimos tiempos. El equipo francés ha cambiado el clásico y efectivo motor Ford Cosworth por el revisado y no menos clásico V-12 Matra, que con su elasticidad se desenvuelve en el Jarama como pez en el agua. Conseguirá el mejor tiempo, seguido de los Williams de Jones y Reutemann y el Mc Laren de Watson. La carrera se presenta muy abierta. Villeneuve queda séptimo y Pironi decimotercero.
El domigo no faltan neveras y sombrillas, pues el día promete ser caluroso y despejado. Se ven numerosas banderas y pancartas, especialmente de los argentinos de la pelouse que nunca falta a la cita y entonan a el "Himno a Lole" a pleno pulmón. ¿Qué os creíais, que sólo en Anfield los supporters han cantado a sus futbolistas? Pues los "tuercas" argentinos le compusieron un himno a su amado "Lole" Reutemann, y bastante largo además.

Al fin salen los monoplazas a formar parrilla y el nerviosismo que acompaña a las salidas se nota en el ambiente. Son unos minutos muy especiales, muy bonitos y difíciles de explicar. Los coches empiezan la vuelta de calentamiento, se detienen y esperan el semáforo, quedan pocos segundos, los motores atruenan y al ponerse verde se oye un auténtico cañonazo, los coches se precipitan al fin de recta, hacia la primera cuva, como posesos, qué pocas cosas impresionan más que una salida de Fórmula Uno. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo van? Alan Jones ha salido primero y segundo es Reutemann, vemos a Watson entre los primeros, falta Laffite, pero ¿quién va tercero? No puede ser. Es Villeneuve, ha ganado cuatro puestos. Sí, sí, es un experto en arrancadas, pero esto es demasiado. Ha hecho la recta por el arcén y se ha colado por dentro en la frenada. Este Gilles ... Les ha pillado a todos. Es el final de la primera vuelta, están entrando en la recta, ya llegan a la frenada, parece que mantienen los puestos ... ¡no! ¡Gilles segundo! ¡ha pasado por fuera a Reutemann! ...

Hay varios adelantamientos en estas primeras vueltas. En estos tiempos en la Fórmula Uno no hay repostajes ni cambios de ruedas, no hay "stints" ni demás chorradas. Aquí cada uno se lo gana en la pista. Al fin vemos a Laffite, que se había quedado en la salida y está sobre el décimo puesto. Los demás van buscando su sitio mientras Jones se destaca a un segundo por vuelta y Villeneuve contiene a Reutemann. ¿Pero qué pasa? Es la sexta vuelta y Jones se ha salido en Portago, la curva ciega que muchos dicen que era la más bonita del Jarama. Consigue delvover el coche a la pista pero se ha despedido de los puntos. Gilles va primero, nadie se lo cree pero va primero.

Reutemann se ha pegado al Ferrari. Su monoplaza es más rápido y la carrera es larga, muy larga, dura 80 vueltas. Villeneuve mantiene el liderato con sus neumáticos todavía frescos, por detrás el ritmo es muy vivo y las posiciones se han empezado a definir. Ya van veinte vueltas y el argentino no encuentra por dónde pasar. El problema es que los demás vienen a toda mecha y Watson está a punto de darles alcance con el Mc Laren, mientras Gilles, con su ridículo chasis, no tiene otra opción que hacer gala de un amplio recital de cruzadas, esas que tanto gustan al público.

Pero el Ferrari se va quedando sin ruedas, eso está claro, Watson se ha pegado definitivamente y Reutemann tiene ahora dos problemas que resolver. No tardará demasiado Watson en adelantarle cuando se ha disputado algo más de media carrera. El trío se mantendrá muchas vueltas, el argentino se ha venido abajo y parece que sólo Watson podrá subir de posición. Cuando quedan unas treinta vueltas llega al grupo Jacques Laffite, que ha pasado a todo bicho viviente hasta alcanzar a los de cabeza. Viene como un avión y el público se lo está pasando en grande, en vez de tres son cuatro y éste los va a adelantar. Pasará sucesivamente a Reutemann (que opone poca resistencia) y a Watson (que se opone con toda su alma) en dos apuradas de frenada extraordinarias a fin de recta.

Faltan veinte vueltas. Villeneuve, Laffite, Watson y Reutemann es el orden de la carrera. Es impensable que gane Gilles, no le quedan ruedas, sólo la potencia del motor turbo en la recta y su maestría en las curvas le mantiene, pero es imposible que aguante sin neumáticos, le pasarán en alguna frenada. El Jarama es muy duro con los frenos, debe tenerlos para el arrastre. Cometerá algún error. Están rodando dos segundos por vuelta más lento de lo que podrían, o quizá más. Menudo tapón les ha montado el canadiense.

Laffite intenta todo, a fin de recta, a la entrada de la curva doble de Le Mans, en la bajada de Bugatti ..., pero Gilles no se rinde. El clamor del respetable llega al máximo cuando aparece Elio de Angelis y pega su Lotus al grupo. ¡Cinco! ¡son cinco! metiendo cada uno rueda al de delante y aguantando al mismo tiempo la embestida del de atrás, apurando cada frenada, cada curva, cada centímetro de pista, ... El sonido musical de los motores Cosworth se une al bramido ronco del Matra, para tapar el silbido del turbo de Ferrari. ¡Qué sinfonía! ¡Qué bárbaro! Estamos sudando todos, pero no es el calor, estamos danto botes, no queda nadie sentado. Una vuelta más el quinteto ataca la curva del Túnel y enfila la recta de tribunas donde Gilles se distancia levemente y el plateado alerón delantero del Ferrari espejea por un instante al sol mientras la jauría llega en menos de dos segundos a la frenada, donde todos se aprientan y buscan sitio, sin tregua, sin conformismo, con audacia y limpieza. Esta vez Reutemann saca la rabia, ha perdido la carrera que tenía en la mano si no se deja sorprender por Gilles, pero no permitirá que le supere el joven de Angelis.

Otra vez Laffite lo intenta, por dentro, por fuera, hay quien dice que lo hará por arriba o por abajo, pero pasará al león que al intentar mantener la línea acelera con el coche cruzado al límite de sus fuerzas. Faltan tres vueltas cuando el Ferrari pierde la trayectoria a fin de recta y se queda casi parado en el interior , iniciando ambos casi en paralelo una lucha de aceleración hasta la próxima curva ... pero Gilles tiene el interior y la estrecha pista madrileña también colabora para que el francés se quede sin victoria. Y la carrera termina al fin, con Villeneuve, Laffite, Watson, Reutemann y de Angelis entrando en menos de un segundo y medio. Nuestro piloto ha conseguido llevar a la victoria un coche ingobernable. La multitud estalla de gozo, hay gente que hasta se abraza, qué carrera, qué emoción hasta el final. Y yo que animaba a Reutemann, al argentino que iba para campeón del mundo ... Ese día Gilles se metió a todos, absolutamente a todos en el bolsillo.
Más tarde y ante la prensa Gilles dijo que era la mejor carrera de su vida, que ni siquiera en Dijon había estado a ese nivel. Nunca el Jarama vibró tanto en su historia de las cuatro ruedas, como aquel 21 de junio, en aquella carrera, que no sabíamos que iba a ser la última de la Fórmula Uno en el Jarama y la última victoria de Gilles Villeneuve.

Como me he extendido mucho voy a ser breve. Ferrari no volvió a destacar, el famoso chasis no permitió más y la temporada acabó en las Vegas con el título de Nelson Piquet. A Reutemann sólo le faltó un punto ...

En 1982 Ferrari presentó a los mismos pilotos y un coche nuevo que despertaba muchas esperanzas. Vamos directamente al Gran Premio de San Marino en Imola. A pocas vueltas del final el resultado estaba claro. Gilles había dominado la prueba y Pironi estaba justo tras él. Había un acuerdo previo en Ferrari: si llegaban en cabeza a fin de carrera respetarían sus posiciones en las últimas vueltas, bajarían el ritmo si era posible para asegurar el doblete ante los tifossi. Pero no fue asi y Pironi adelantó a Villeneuve cuando ya rodaba claramente despacio. Gilles nunca había tenido problemas con sus compañeros y este episodio le encolerizó, pues siempre había respetado las órdenes de equipo. Se creó un ambiente muy cargado en el equipo que iba a ser muy difícil de sobrellevar. Así llegamos a la siguiente carrera, Gran Premio de Bélgica en el Circuito de Zolder.

Estamos en los últimos minutos de la sesión definitiva de entrenamientos y los Ferrari están por detrás de los Williams y Renault, Pironi está por delante de Villeneuve. Sale a la pista para el último intento con los neumáticos de clasificación, esos que duran un solo giro. Cuando va al límite en su vuelta rápida se encuentra en la trazada con el March de Jochen Mass, que va muy despacio tras marcar su mejor registro. Mass intenta dejarle el interior de la curva para no perjudicarle, pero Gilles en esta zona rápida ha elegido el exterior y su coche sale despedido al saltar la rueda delantera sobre la trasera del March. El aterrizaje es terrible y Gilles fallecerá a causa del accidente.

La desaparición de Villeneuve cayó como una bomba en el mundo informativo. Hasta en España la televisión se empeñó en sacar, una y otra vez, la secuencia del accidente. Nunca daban nada, pero ahora toma, morbo para las masas. Se han dicho muchas cosas de este accidente, algunas auténticas barbaridades, yo voy a dejaros mi opinión. Es cierto su pique con Pironi que estaba en los tiempos delante de él, pero Gilles siempre arriesgaba, no hizo nada especial, no fue una temeridad. Jochen Mass, que era uno de los pilotos más limpios, simplemente quiso dejarle pasar. Me niego a imputarle este accidente a ninguno de los dos. ¿Fatalidades de las carreras? Rotundamente no.

Villeneuve fue víctima, como tantos otros, de esa norma estúpida y aún vigente que obliga a los coches de fórmula a llevar las ruedas descubiertas, lo que propicia estos accidentes tremendos al saltar un coche sobre otro. ¡Dicen que así son más espectaculares! Hay muchas soluciones técnicas ya estudiadas que permiten minimizar los riesgos, como llevar las ruedas tapadas directamente (la audiencia se acostumbra a la segunda carrera por televisión) o montar esos pequeños carenados y protecciones que se han impuesto en los karts, por ejemplo. Y si estas no resultan buscamos otras y en paz. Lo que es una vergüenza es que este "espectáculo" se prolongue por los siglos de los siglos.

¡Qué vacío nos dejó su marcha! Siempre grande Gilles Villeneuve. El hombre que cambió la nieve por el asfalto para asombrarnos, para demostrarnos que las utopías son realizables cuando se unen la clase, la tenacidad y la decisión. Porque se entregó en cada momento de cada prueba, porque llevó su pasión como bandera y la transmitió en cada una de sus actuaciones. Porque vivió su momento con ilusión y coraje, con sencillez y humildad, con la verdad que le daba su amor por la velocidad y el motor.

Siempre grande, porque estoy seguro que todavía, desde su despacho oficial , Carlos Reutemann se pregunta a veces cómo le pudo pasar en aquella fantástica maniobra. Porque estoy seguro que Arnoux recordará de vez en cuando aquella lucha sin cuartel, en la "ese" que les hizo famosos. Porque Jacques Laffite, que ahora sigue la carrera de su hija, se desconectará en medio de alguna prueba para sonreír al recordar aquellas vueltas locas cuando no pudo concluir su impetuosa remontada . Siempre grande porque eligió, indómito, nuestro querido y hoy destartalado circuito del Jarama para regalarnos su mejor carrera.

Por eso los tifossi más fieles le grabaron para siempre en sus banderas. Por eso hoy he querido, desde el rincón de la memoria donde queda prendida la magia, dedicarle este modesto a homenaje a nuestro Pequeño Gran Hombre.

viernes, 26 de febrero de 2010

De vuelta con nuevas caras

Saludos lectores. Tenemos el honor de informarles de que la actividad del blog volverá a reanudarse tras un largo tiempo de escaso movimiento, debido al escaso tiempo del que muchos de nuestros miembros disponemos. Así, esperamos poder volver a la tónica de antaño, cuando con nuestros artículos impregnábamos el blog de alegría y constancia.

Y para ello, contaremos con una nueva incorporación, 'Curi', un esclarecido experto en fútbol y que hará delicias sus retinas con sus técnicas narrativas. Además, contaremos con la contribuición de bastantes no-afiliados a la página, que darán a conocer sus opiniones en nuestros 'Una de Dos', que ya no queda tan censurado a los meros veredictos de quienes conforman éste sitio web.

Reciban un cordial saludo:

La dirección

sábado, 6 de febrero de 2010

Prodigiosamente arrogante

En ocasiones, la vida, en incesante cambio desde el principio de los tiempos, puede variar desde la desidia y el repudio al éxtasis y gloria en cuestión de minutos. Puede evolucionar en efímeros instantes desde el más obsoleto ostracismo a la mayor de las grandezas. Es algo ordinario, natural, fantástico, otra de esas peculiares cosas de éste instigado mundo.





Y quizá eso sea aquello que más condiciona a una de las mayores estrellas del panorama mundial con un balón en los pies. Carismático, prepotente, ídolo de masas, chulesco, maravilloso y vanidoso, al portugués Cristiano Ronaldo, le viene totalmente al dedillo dicha distinción. Capaz de lo mejor y de lo peor cada domingo, el habilidoso extremo, cuyos dotes con el balón se contrastan con su prepotencia y obstinación, puede pasar perfectamente de zanjar un hastiado encuentro él solito a autoexpulsarse por destrozar un tabique nasal en sólo unos minutos. Puede pasar de prácticamente someterse al United y hacer vibrar el magno Old Trafford a ser objeto de cámaras, autógrafos y babas mientras aprieta la mano de Florentino en sólo unos instantes. Puede pasar de ser compañerísimo de Wayne Rooney, formando la pareja más letal de la Premier y llevando a la perfección una compenetración magnífica, a hacer el paripé durante un Portugal - Inglaterra para que su ex-compañero en Manchester fuese expulsado en sólo unos momentos. De convertirse en divino en el Bernabéu a no celebrar los tantos de sus compañeros o sufrir diversos cruces de cables; de deslumbrar a hacer un feo corte de manga a la hinchada de su nación; de no salirle nada a salirle todo y poder así enseñar su desarrollado abdomen. Y todo ello en diminutos santiamenes. Es capaz de ser odiado y querido, envidiado y repudiado, exitoso e infame, todo ello al mismo tiempo. Sin duda, Cristiano Ronaldo es capaz de ser todo y nada.




Con tanta destreza y desparpajo como chulería y soberbia, su autoestima se acrecenta con sus críticos y desertores. Crece a pasos agigantados. Y dicho crecimiento produce un sintético contraste entre el aumento de su propia consideración y el de su edad cerebral. Cuanto mejor se cree que es, cuanto más se piensa que se le envidia, cuanto más piensa en lo que gusta a las niñas, cuantos más 'Ases' y 'Marcas' le dicen lo bueno que es, más reducida se vuelve su madurez. Y más clarificadas quedan su niñería, su prepotencia, su pedantería, y con todo ello, la aversión y repulsión hacia su persona. Muchos dicen que todo ello es la causa de su genialidad, que sólo los más grandes son capaces de tales ocurrencias. Sin embargo, ¿qué genialidad puede haber en romper una nariz, traicionar a una hinchada por partida doble, no celebrar el gol de algún compañero por no haber sido tuyo, o dedicar una sórdida peineta a una enfervorizada grada?




Su calidad con el balón es indudable, su encaje con el fútbol, grácil, su visión, magnífica. Pero algún día se dará cuenta de que el fútbol no lo es todo. Y quizás ese día sea demasiado tarde...

sábado, 23 de enero de 2010

Diario de un mentecato

Querido diario:




El otro día, escuchando la televisión, di con un programa de debate futbolístico en el que, para mi sorpresa, se rebatía mi modo de dirigir al Barça. En primera instancia, una corriente jocosa se apoderó de mi. ¿Mi presidencia discutida? Imposible. Deben de estar locos. Yo, que he llevado por bandera al Barça de las seis copas, que he conseguido el mayor hito jamás logrado en la historia del fútbol, ¿refutado?. Nada nada, esos entrometidos periodistas debían estar equivocados. Y lo más divertido del caso era que se me criticaba por mi hipocresía, por mi intento de aunar los seis títulos de mi equipo con mi filosofía catalanista y así crear política, por los malos tratos infligidos al camerunés Samuel Eto'o, o por mis despilfarros extradeportivos de sobra conocidos. Pamplinas.

Sin embargo, los días siguientes estuve comiéndome la cabeza acerca de dicho asunto. Un pequeño sentimiento de culpa empezaba a brotar en mi pecho. Esa molesta intranquilidad me llevó a recapitular hasta mi llegada. Básicamente, mi periplo como presidente de este gran club ha venido marcado por tres clarificadas etapas.
Una primera, vigente durante los primeros años de mi mandato, en los que me mostraba como alguien cercano, correcto, que siempre presentaba sonrisas y soluciones a todo y todos y, en definitiva, como alguien que caía bien. Logré restaurar un club roto, que había contado con tres presidentes en los últimos cinco meses, devolver la ilusión a la parroquia barcelonista, carente de títulos desde hacía años, y por otra parte, conseguí exitosamente que en el mundo entero se me reconociese como una persona cabal y de lo más educada.




Pero como ya digo, mi primera etapa duró bastante poco. El tiempo suficiente para que ciertos miembros del club y gran parte de la hinchada comenzasen a discrepar de mis métodos. ¿Quizás fuese por qué aumenté casi en un 50% el precio de los abonos de un año a otro? Desde luego, hay que ver qué gente más rara. Enfadarse por eso. Pues no sé de qué pueden tener quejas, ya que en esa misma temporada, conseguí mi primer gran éxito como presidente a nivel deportivo: la consecución de la Liga en el año 2005. En sólo dos años. ¡Toma ya! Llegaba y besaba el Santo.





Tras ello comenzaría mi segunda etapa, a primera vista con aires positivistas, pero cuyos inicios fueron de lo más traqueteados. Y quién me iba a decir a mi que el final sería casi peor. Mi amigo y socio por aquella época, Sandro Rosell, gracias a cuya influencia logré ascender a la presidencia en el 2003, cada vez se mostraba más desacorde con mis ideales. Me dejé llevar por la furia, olvidando todo lo que había hecho por mi, mostrándome radical y de lo más firme. Mis ideas son mis ideas, y ni Rosell ni nadie van a cambiarlas por nada del mundo. ¿Tal vez por eso Sandro dimitiese poco después junto a otros cuatro peces gordos más? No creo. Nunca pude haber tenido culpa de ello. Ni de ello ni de nada. Dios me libre.




Paralelamente a la problemática secesión de mis rifirrafes con Rosell, me surgió una nueva preocupación. Los socios cada vez confiaban menos en mi, circunstancia a priori inexplicable, pues en el 2006 reeditamos título de Liga y ganamos la Champions, la segunda en la historia del club. Si nos reafirmábamos como el mejor equipo de Europa, ¿por qué la gente no confiaba en mi? ¿Tendría algo que ver el hecho de que me desnudase prácticamente a ojos de todas las cámaras habidas y por haber en el Aeropuerto de El Prat de Barcelona después de que el detector de metales no reconociese mi cinturón? Desde luego, algo totalmente encolerizante. A la vez que inédito. Cualquiera en mi lugar hubiera hecho lo mismo. Quién no se haya desnudado nunca en un aeropuerto que tire la primera piedra.

Pasó el tiempo, y mientras la alicaída credulidad de los socios en mi forma de dirigir el club continuaba decayendo fervientemente, fui reelegido presidente. Muy mal no tendría que estar haciéndolo entonces. La primera en la frente. ¡Es que que bueno soy! Portazo en las narices a todos mis críticos y competidores... pero un momento, si el único candidato fui yo, y sólo obtuve 8.000 votos de los más de 80.000 abonados... bueno, qué más da, la cuestión es que gané.




Mi nueva reelección, en 2007, marcaría el punto de partida de lo que terminaría siendo un sinfín de alocados intentos de rescate hacia mi persona. Paradójicamnte, la nueva temporada, la 2007-2008, venía cargada de sueños y de ilusiones. Estaba más que dispuesto a complacer a la hinchada con la consecución de todos los títulos. Los siete, contando con la Copa Cataluña. Pero todo terminó en sórdido pufo. Humillación en Liga con un sonado paseíllo al Madrid que pasará a la posteridad, en Copa y Champions en semifinales a manos de Valencia y Manchester respectivamente, y hasta derrota en nuestro trofeo por excelencia ante el Nástic de Tarragona. Todo ello además conllevaba el no disputar ni el Mundialito de Clubes ni ambas Supercopas. Por un momento llegué a pensar que los aficionados, Rosell y su junta, los periodistas, y en general todos mis críticos tenían razón, y que era un incompetente y un absurdo de pies a cabeza. Pero aquel fue otro efímero pensamiento de mi maltratada conciencia. Sin embargo, poco después las personalidades contrarias a mi mandato, encabezadas por un achacador Sandro Rosell se concitaron en forma de moción de censura contra mi. Sin motivo aparente claro, ¿cómo iba yo a esperar esto contando con mi fabuloso mandato?



Con mayores dificultades de las esperadas (quizás tirando de sobornos) superé la iniciativa de Rosell y los suyos. Pero no fue hasta aquel día, el peor día desde que heredé el trono de Joan Gaspart, cuado comencé a darme cuenta de que no podía continuar así por la vida. Me llevaría palos y más palos. Entonces me concencié y documenté sobre cómo improvar, sobre cómo recuperar el prestigio y respeto perdido (y que de hecho no sé si he llegado a tener), y llegué a la conclsuión de que la solución estaba en hacerse notar. Con mis nuevos métodos, por fin lograría ser reconocido, y sobretodo, golpear de bruces de una vez por todas a aquel demonio disfrazado de Sandro Rosell. Todo radicaba en el extremismo y el fanatismo, en difundir a todo el mundo que Cataluña y el Barça van de la mano y pertenecen a una nación totalmente independiente. Pero para ello, debería presentar un aval. Un aval tan importante que me guiase al estrellato. Y ese aval no era otro que los títulos, que las victorias. Con ello, conseguiría poder, fuerzas, elogios y lo que es más importante, la afirmación como uno de las grandes personalidades del mundo revolucionario. El nuevo Benjamin Franklin me llamarían. Ya lo estaba viendo.



Tardaría solo unos meses en ponerme manos a la obra. Prescindí de Rijkaard como entrenador y envidé por un hombre de la casa, Pep Guardiola, cuya experiencia por aquel entonces en los banquillos se limitaba a haber ascendido a nuestro filial de Tercera a Segunda B, eso sí,
en un sólo año. Pep fue el elegido para difundir mi ideología. Su filosofía de juego, que abanderaba el fútbol de toque y preciso, tenía todas las papeletas para marcar una época, y ello partía de la base de la expulsión de las malas influencias del vestuario. Así, las tres estrellas de antaño, Deco, Ronaldinho y Eto'o, se vieron obligados a traspasar la fina línea que existe entre la gloria y el ostracismo. 'Ronnie' se fue al Milan y Deco al Chelsea, pero, tras deslumbrar en pretemporada, Samu se quedó. Por ello y quizás también por mi influencia. Pero lo cierto es que a lo largo de la temporada, acalló a sus censores, y en especial a Pep. Y cómo premio por su desparpajo y rendimiento, se lo regalé a mi amigo Moratti, a ver qué tal le iba en Italia.
Aquella temporada fue mágica. Hicimos historia. Ganamos todo lo que se podía ganar. Copa, Liga, Champions, Supercopa de España, Supercopa de Europa, y en Diciembre de 2009 el Mundialito de Clubes. Mis augurios se confirmaban. Lo bueno estaba por llegar. Con el éxito deportivo, llegaba la hora promotora de mis ideas políticas. A mediados que avanzaba la gesta, era más frecuente verme cerca de manifestaciones en favor de una Cataluña independiente. Llevaba a ni Comunidad por bandera, encadenando mis brotes de emancipación con mis seis títulos. Que eran míos, claro. Ni de Iniesta ni de Xavi, ni mucho menos de Guardiola. Ni de un magnánimo Leo Messi. Ni siquiera de la fervorosa afición, ni del silenciado Samuel Eto'o, al que ya he comentado en líneas anteriores cómo agradecí su proeza. Eran míos y de nadie más. Mis seis títulos. Bueno, y quien dice seis, dice siete, pues no hay que olvidar el 2-6 en el Bernabéu, el lugar donde curiosamente habíamos sido humillados dos años atrás. El séptimo título de la temporada, humillar a nuestro histórico rival en su casa, dónde y cómo más duele, cómo mejor sabe. Y para culminar mi hazaña, mi magnífico mandato, opté por espiar a cuatro de mi vicepresidentes, desamortizando su intimidad, reduciéndoles a simples objetos, demostrándoles mi confianza. Todo ello regado con fiestas para el recuerdo, con el champán cayendo a modo de aspersión sobre mi hierático cuerpo, con mi imagen bastante achispada retozándome en espumosa champaña abierta a objetivos de cámaras y demases curiosos. ¡Qué viva el cava catalán!



Con el hito que yo, y nadie más que yo, había conseguido, me dejé llevar por la euforia. De nada me importó que ni un 20% de los catalanes compartiesen mi pensar. Unifiqué el sentimiento catalanista, haciendo del nacionalismo una moda. Algo que necesitaba estar al orden del día. Cataluña merecía ser una nación, al igual que yo merecía el atributo de esos seis títulos, al igual Eto'o merecía haber sido tratado cómo moneda de cambio y 50 millones más por un ya crecidito Ibrahimovic o al igual que mis cuatro vicepresidentes habían merecido ser investigados. Contínuamente, arremetía contra el Estado español en sí, y fomentaba (o eso creía) la idea de otro Estado naciente. Con todas mis copas, porque recordemos eran mías, profetizaba allá donde iba una inaudita síntesis de fútbol y política, desde luego, dos cosas complementarias, casi tanto como pueden serlo una chaqueta y un botón.



Pero entonces fue cuando, casi sin quererlo, hice un leve inciso en lo que todo aquello repercutiría en el fútbol. El mezclar fútbol con política, el correrme sonoras juergas, mis culminacione antideportivas, todo eso. En de qué manera trascenderían en el deporte, en la afición o en los colores blaugranas. Comprendí entonces que, para un aficionado cualquiera, que me paga mis particulares gastos desde hace ya muchos, muchísimos domingos, no rentabilizaría para nada jugar en una competición contra equipos como en Sant Andreu, el Terrasa, el Badalona, el Girona o el Gavá, y en la que nuestros máximos competidores serían el Gimnástic de Tarragona, que batalla año tras año por no verse descendido a Segunda B, o el siempre inofensivo Espanyol. Comprendí entonces que la mágica rivalidad Madrid - Barça se extinguiría. Que en Europa, el nombre del Barça quedaría mancillado y supeditado a una nueva nación aborrecida por todos. Que los mejores jugadores pasarían de jugar en Can Barça y preferirían lucirse en estadios dónde realmente se sintiese el fútbol. Comprendí entonces que tenía miedo, miedo a que en unos cuantos años, pudiese verme sentado en el palco de un Nou Camp casi vacío en un Barça - Terrasa (por poner un ejemplo). Y todo por ingenuo, por pelmazo, por estar siempre rizando el rizo. Por no saber guardar ni las formas ni mucho menos silencio.



Fue entonces cuando lo entendí todo. Cuando entendí por qué la gran mayoría de todos los millones de habitantes que habitan España me repudian y consideran alguien sucio, impresentable, deshonesto y desagradable. Cuando descubrí que no es plato de buen gusto para un seguidor ver al presidente de su equipo naufragar entre cava y manifestaciones. Cuando por fin inferí en por qué se me cuestionaba tanto, fue cuando por fin entendí por qué ni el propio Guardiola bastantes veces me miraba a la cara.




Cuando comencé a darme cuenta de que me había convertido en un personaje inadmisible y sobretodo ridículo.

Otro año sin Puerta