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miércoles, 28 de octubre de 2009

Bendita pasión

Si hay algo que la vida enseña día a día es que las cosas nunca son como parecen. Que el azar nos depara muchas sorpresas, y que la humildad debe ser siempre la mejor baza del ser humano. Da igual que te llames Karim Benzemá, tengas el mundo a tus pies o seas considerado como uno de los mejores en tu oficio, o que te llames Borja Pérez y tu nombre únicamente se haya escuchado por un homófono tuyo de una popular serie de La Sexta. Da igual que seas considerado como el mejor equipo del mundo, como quizás uno de los poquísimos clubes cuya existencia es sabida por todo el gentío habido y por haber sobre la tez de la tierra, que ser un equipo que con casi 40 años de historia haya logrado como máximo hito pasar a una segunda ronda de Copa del Rey y una clasificación para los play-off de ascenso. Da igual. Da igual que tu estadio tenga capacidad cómo para albergar casi cien mil personas, y que en cuyas dimensiones pueda entrar lo equivalente a más del total de agua que entra en todas las piscinas de la capital, que que juegues en un patatal en el que resulta imposible dar tres zancadas largas sin tropezar. Da igual. Da igual porque el fútbol no entiende de mundos, de comparaciones, de tener uno de los vestuarios más lujosos del mundo o de contar con otro con duchas compartidas, porque no entiende de Primeras Divisiones ni de Segundas. Porque eso es lo bonito del fútbol. Lo que le hace imprevisible, fortuito, repentino y en definitiva, tan apasionante. Que no entiende de lógicas.

Y anoche el Real Madrid, mejor club del Siglo XX, dio buena cuenta de ello. Se enfrentaba al modesto Alcorcón, cuyo estadio está situado a apenas 300 metros de la casa de un servidor, y de cuya existencia muchos sólo sabían por la mención que Chiquilicuatre le dio en su 'Chiqui-Chiqui' dos años atrás. Para todos los habitantes de Alcorcón, suponía todo un éxito ver sobre el césped dónde tantas veces algunos de ellos han jugado a hombres como el holandés Van der Vaart, el incombustible y mítico Raúl González, el 'Héroe de Ataturk' Jerzy Dudek que le dio una Champions al Liverpool, o al antes nombrado Benzemá, frente a los chavales del Alcorcón en proceso de formación como el canterano Borja Gómez o los jóvenes pero experimentados Ernesto, Carmelo o Diego Cascón, comandados por los veteranos Juanma Barrero, ex del Atlético, o Alberto Nagore, polivalente jugador de envidiable trayectoria en Segunda B, y por los ídolos alcorconeros Íñigo López o el 'capi' Rubén Sanz. La expectación era tal que en el campo (que tuvo que ser ocasionalmente ampliado por no cumplir los requisitos mínimos que debe de cumplir un estadio en un partido de Copa del Rey) no cabía un sólo alfiler. Ni en él, ni en las vallas ni tejados de edificios de alrededor, albergados por aquellos que, apelando a la inteligencia presenciaron el partido sin pagar esos cuantiosos 40 euros que valía la entrada.

Y si ya suponía toda una proeza el ver a los ídolos blancos sobre el Santo Domingo, imagínense lo que denotó el sorprendente primer gol del partido. Un tal Borja Pérez, que, a la sombra tuvo que emigrar hace diez años de la cantera madridista y que en ese tiempo les ha hecho a los hoy pupilos de Pellegrini 6 goles en 4 partidos, abría la lata tras una gran jugada de equipo y batía a Dudek con un inapelable disparo. Era el 1-0, que vino reforzado por el incondicional apoyo del no menos incondicional graderío, punto de inflexión para el equipo alfarero, que vio como el marcador reflejaba un claro 3-0 al final de los primeros 45 minutos fruto de grandes jugadas. 3-0 y porque Dudek y el palo evitaron una mayor debacle. La incredulidad se apoderaba de las aficiones de unos y de otros bandos. Xabi Alonso y Casillas, aponchados sobre las cochombrosas gradas, no daban crédito a lo que veían. El míster del Alcorcón, Juan Antonio Anquela, veía su nombre coreado en el mismo estadio dónde curiósamente el Real Unión de Irún, verdugo del Real M
adrid en Copa el pasado año justamente sobre estas fechas, apeó a sus pupilos del sueño del ascenso a Segunda en aquel fatídico mes de Junio. Y el Señor José María Gutiérrez, 'Guti' para los amigos, volvía a demostrar su educada y pulcra profesionalidad dedicando una peineta al público amarillo y mandando literalmente a tomar por culo a su entrenador, un Manuel Pellegrini que ayer pudo dejar firmada su sentencia de muerte.

Ya en el segundo tiempo, se terminó de desatar el jolgorio en la pequeña localidad sureña de Madrid. Otro gol de Borja Pérez cerró la justa goleada nada más comenzó el segundo periodo. A partir de entonces, Anquela estuvo bastante listo y se limitó a defender el resultado ante un Madrid que continuaba a verlas venir. Y así se llegó al final, al apoteósico final. Las caras largas del madridismo, que de nuevo se había mostrado prepotente y confiado, contrastaba con la descomunal fiesta en Alcorcón, que se alargaría hasta altas horas de la madrugada, donde jugadores, afición y todo el mundo presente se uniría en nombre de su pueblo para poder seguir creciendo juntos. No era relevante lo que fuese a ocurrir en el partido de vuelta en el Bernabéu de dentro de dos semanas. Porque lo que importa es que el fútbol ha sido justo con un Alcorcón que en ningún momento pareció un equipo de Segunda B, sino que más bien las tuercas parecieron intercambiarse, convirtiéndose los alfareros clandestinamente en 'Galácticos', y los merengues en mártires.

Os lo habéis ganado campeones, eso y mucho más. Porque habéis vuelto a despertar el sentir de una pasión, porque gracias a vosotros Alcorcón vuelve a disfrutar con el fútbol sólo poco tiempo después del fiasco del ascenso. Porque sois los responsables de que ahora todo el mundo sepa y bien dónde está Alcorcón. Porque muchos de vosotros habéis copado vuestra primera portada de un periódico. Porque le habéis infligido su goleada más dolorosa al, para muchos, 'mejor Madrid de la historia'. Enhorabuena, campeones.

viernes, 2 de octubre de 2009

Merecemos estos Juegos




Por nuestro espíritu. Por nuestra unidad. Por romper de una vez con el tópico de que somos el culo del mundo. Porque todos "tenemos una corazonada". Porque todos los partidos políticos habidos y por haber se han unificado para poder cumplir este anhelado sueño. Porque queremos callarle la boca al COI con la celebración de dos Olimpiadas consecutivas en el mismo continente. Porque hemos demostrado que podemos y que queremos. Porque nombres propios como Alberto Contador, Arturo Casado, Nuria Fernández, Raúl González, Felipe Reyes, Rafa Martínez, Iker Casillas o Fernando Torres avalan nuestra ciudad, y otros como Marta Domínguez, Pau Gasol, Andrés Iniesta, Rafa Nadal, Gemma Mengual, David Meca, Paquillo Fernández, Amaya Valdemoro, Fernando Alonso, Rudy Fernández, Mireia Belmonte, Alejandro Valverde, Teresa Perales o David Villa hacen lo propio con nuestro país. Porque todos los que nos sentimos españoles lo queremos y deseamos con toda nuestra fuerza. Porque, de una vez por todas, queremos demostrar que somos una ciudad importante, y que somos capaces de poder tocar el cielo.




¡ÁNIMO MADRID!

jueves, 1 de octubre de 2009

La maldición del arcoiris también persiguió a Ballan.

Parece mentira que lleguemos a decir que en Mendrisio Alessandro Ballan, campeón mundial en 2008, se ha quitado un peso de encima. Pero así es. El triunfo que logró el altísimo corredor italiano el año pasado en el Campeonato del Mundo de Varese le ha reportado más consecuencias negativas que positivas. Desde su consagración en el panorama ciclista en 2007 con su victoria en el Tour de Flandes, el corredor italiano ha firmado su peor temporada, con tan sólo dos victorias (una etapa y la general final del Tour de Polonia) y sufriendo diversas lesiones y contratiempos que le han privado de disputar las clásicas de primavera y rendir a su mejor nivel durante prácticamente todo el año, firmando una más que mediocre actuación en el Tour de Francia.
Como cada año, Ballan dividió su temporada en dos mitades; una primera mitad dedicada en exclusiva a las clásicas de primavera, con su punto álgido en las dos clásicas de pavés, el Tour de Flandes, en el que ya se impuso dos años atrás, y la París-Roubaix, donde subió al tercer escalón del podio la temporada anterior, y la segunda mitad centrada en la defensa de su corona mundial. Pronto empezaron a torcerse los cálculos del ciclista transalpino cuando tuvo retirarse en Tirreno-Adriático aquejado de un virus. En principio tuvo que renunciar a disputar la Milán-San Remo, pero luego la situación se fue complicando y tampoco puedo disputar las clásicas de primavera. Entonces fue cuando se le diagnosticó el citomegalovirus, el cual le tendría alejado de las carreteras hasta el verano, cuando regresó para tomar parte en un Tour de Francia por el que pasó con más que pena que gloria. El italiano fue afinando poco a poco su forma física de cara al Campeonato del Mundo, donde partía inevitablemente con el cartel de favorito al defender título y debía dar la cara obligatoriamente como vigente campeón si quería mantener su reputación. Pero una vez fue avanzando la carrera pudimos comprobar que a Ballan le sobraron kilómetros y finalmente naufragó acabando a casi tres minutos y medio del vencedor. En resumen, un año aciago para olvidar. El próximo, ya libre del gafe que conlleva vestir el maillot arcoiris, ¿podrá volver a rendir al nivel que lo hizo años anteriores? De momento ya ha decidido cambiar de aires y dejará su equipo de toda la vida, Lampre, para aterrizar, sorprendentemente, en el conjunto estadounidense BMC Racing, en el que también recalará el incombustible George Hincapie.

El curioso caso de la maldición que lleva consigo el maillot arcoiris se ha analizado muchas veces y no se encuentra una explicación lógica. La mayoría de los corredores que lo han vestido han sufrido las consecuencias durante toda la temporada siguiente y algunos de ellos incluso ya han visto frenada su carrera deportiva para siempre. En los últimos años, sin ir más lejos, tenemos varios ejemplos. El bicampeón mundial Paolo Bettini, vencedor en 2006 y 2007, sufrió un durísimo golpe pocos días después de haberse proclamado campeón mundial por primera vez cuando su hermano Sauro falleció trágicamente en un accidente de tráfico. Bettini estuvo tentado de abandonar el ciclismo, pero se repuso y gracias a su enorme calidad recuperó su mejor nivel y fue capaz de revalidar el título en Stuttgart, hito sólo logrado anteriormente por los míticos Ronsse, Van Steenbergen, Van Looy y Bugno. Y de nuevo la suerte le dio la espalda al italiano y vivió un auténtico calvario durante buena parte del siguiente año sufriendo muchas caídas y lesiones que le apartaron bastante tiempo de la actividad. Finalmente no pudo conquistar por tercera vez el título y decidió retirarse del ciclismo. Otro buen ejemplo es el del español Igor Astarloa, campeón en 2003, quien desde aquel brillante e inesperado fue bajando su nivel progresivamente hasta acabar prácticamente repudidado por la UCI por sospechas de dopaje, eso sí, no confirmadas. No nos olvidamos tampoco del vencedor en 2002, el singular Mario Cipollini, el mejor velocista de todos los tiempos, que se impuso en el Mundial de Zolder tras muchos años de pelea. Su decadencia empezó a partir de ese triunfo aunque, eso sí, 'Il Bello' ya contaba treinta y cinco primaveras por aquel entonces. Cipollini se vio eclipsado por la emergente figura de otro velocista del país transalpino, Alessandro Petacchi, y fue cayendo en el olvido hasta que definitivamente abandonó la práctica del ciclismo profesional tres años después. Remontándonos muchos años atrás y obviando más casos similares a los comentados, llegamos sin duda al más trágico de todos, el del belga Jean-Pierre Monseré, quien venció en la edición de 1970, disputada en Leicester, y que apenas medio año después, a mediados de Marzo del año siguiente falleció de forma trágico al colisionar accidentalmente contra un coche mientras entrenaba. También es conocido el caso de Benoni Beheyt, corredor belga vencedor polémico en la edición de 1963 por delante del ídolo nacional Rik Van Looy, a quien privó de ganar por tercera vez unos Campeonatos del Mundo disputados, además, en Bélgica. Beheyt se saltó la estrategia del equipo y se impuso al claro líder del combinado belga para perplejidad de todos. Un grave error que pagaría para siempre, pues todo el país se volvió en su contra obligándole a abandonar el ciclismo precipitadamente pocos años después.

Hay muchos más casos en la larga historia de los Campeonatos del Mundo que confirman que no siempre es oro todo lo que reluce y que más de uno habría preferido no ganar el maillot arcoiris. Hagan sus reflexiones y pronostiquen: ¿Sobrevivirá Cadel Evans a la maldición del arcoiris?

Otro año sin Puerta