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martes, 15 de junio de 2010

Indignante


Decía un viejo refrán qué de aquello de lo que se suele hacer alarde, es luego en dónde se reseñan mayores carencias. Lo más triste de ello es que, como buen refrán, tiene más razón que un Santo. En este caso, dicho atributo se personifica en un sujeto que de tanto alardear de señorío y de respeto, ha pecado de ignominia: Florentino Pérez.



Lo cierto es que el máximo mandatario blanco, que se vanagloria por bandera de su clase, elegancia o nobleza, que al mismo tiempo atribuye a su Madrid, acaba de caerse indiscutiblemente (una vez más) con todo el equipo, rebasando de nuevo los límites de la ética. Y es que después de dejar a la deriva a su equipo no hace tanto tiempo y de volver hace menos de un año como simbólico salvador, el adinerado empresario continúa sin ver el lunar a su proyecto, y achacando todos los males del mismo, como hizo antaño, al técnico, léase en este caso Manuel Pellegrini. El preparador chileno, todo un caballero, que ha logrado quizás el mayor de los retos que puede proponerse un forastero en la casa blanca, ganarse el respeto de afición, cuerpo técnico y jugadores, ha visto impotente como en cuanto el bloque no ha carburado a las primeras de cambio, ha seguido la misma cómputo que sus predecesores en el cargo, la destitución. Aunque esta vez por la vía más lacónica y deshonrosa, anunciando vergonzósamente su relevo por el siempre irritante José Mourinho, cuya petulancia resulta incomparable a la simpatía despertada por el sudamericano, antes de que el entrenador portugués se desvinculase del Inter de Milán, en otro feo acto de chulería, que, como se ha comentado tantas veces, únicamente acrecenta el repudio y desidia al conjunto de Concha Espina.



Pese a aguantar las arduas ofensivas de diferentes miembros de la junta directiva, sectores madridistas o infinitas campañas propagadas por medios de comunicación como el diario Marca, Pellegrini no ha logrado aplacar el criterio de Florentino, que ha priorizado los sonoros fracasos en Copa y Champions sobre el honrado esfuerzo realizado en Liga, logrando, sin ganarla, la tercera puntuacion más alta de la historia de la competición, y le ha dado boleto para confiar su nuevo esbozo al anteriormente mencionado Mourinho, cuyo fútbol, rácano, defensivo, directo y destructor, sin detalles ni vistosidades parece haberle llenado fervientemente. ¿O lo ha sido quizás esa antipatía y aversión que se le tiene en Barcelona, incentivo perfecto para acrecer las malas relaciones existentes entre ambas partes y de buscar refriega?



Ambos aspectos han confluído sin duda al explicar la funesta coyuntura. Pero los argumentos que sustentan el despido del técnico son de lo más pobres. Primero porque ni se le preguntó acerca de la confección del equipo. Florentino gravó su planteamiento, explotó el mercado y prescindió de Robben o Sneijder sin siquiera consultarle, imponiéndole así una doctrina heterogénea que tardaría en encajar y que, únicamente ha servido para engañar al socio, verdadero artífice del fútbol al más alto nivel. Para tratar de volver a estipular un idílico proyecto que terminase con el incontestable dominio del Barça y que ha terminado mejor de lo que con cualquier otro preparador podría haber terminado. Siendo un recién llegado, Pellegrini ha sabido dominar montones de adversidades, como las incisivas portadas, las asimétricas lidias con Guti, las previsibles reacciones al haber sido el primer técnico con la osadía necesaria para quitar a Raúl del once, o el saber motivar a un conjunto lleno de estrellas novicias en la práctica conjunta. Ha sabido superar todos los escollos planteados, y reacción negativa de ello ha sido el no conseguir título alguno. Porque el equipo necesitaba conocerse y fluírse para poder engranarse. Porque el equipo necesitaba convivencia, pericia y en definitiva, tiempo para funcionar. Pero eso ha sido, irónicamente, lo único que al técnico no se le ha querido conceder. Tiempo. Tiempo para acoplar un equipo, lograr maravillar a su público y en un futuro cercano intentar el asalto al Barça. Que hipotéticamente podría haber salido bien. Pero quedará en el aire por siempre. Démosle las gracias al calamitoso trato que se le ha proporcionado. El mismo que se le viene proporcionando a todos los instructores que tratan de guerrear en Chamartín. Gracias Florentino, gracias por hacer de este deporte algo deshonesto y repulsivo.

Otro año sin Puerta