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domingo, 22 de marzo de 2009

U-RU-GUAYO, U-RU-GUAYO ... por Gattamelata


Estamos en el minuto dos de partido y el árbitro pita penalty. El Atleti, siempre a contracorriente, necesita ganar al Villarreal para mantener sus esperanzas de acceder a la Liga de Campeones la próxima temporada. Forlán coloca el balón y lanza el penalty esquinado, quizá no muy fuerte, y el portero contrario (su tocayo) rechaza el balón en una espléndida estirada. ¡Con lo que necesitábamos este gol! ¿Pitos? No. Murmullos y a continuación un canto común en la grada: "¡U-ru-guayo, u-ru-guayo...!" ¿Será posible? Si no ha marcado...


Gol del Villarreal y nos vamos al descanso con 0-1 (Entretanto Forlán ha fallado otra ocasión de gol en el área pequeña). Ya en el segundo tiempo vuelve a marcar el Villarreal, 0-2 y se huele el desastre. Pero no, ahí está el rubio, el de siempre, como el día del Barça para mandar un balonazo al palo, que rebota en el portero y acaba metiendo el Kun entrando con toda su alma. La cosa sigue y el genio cede un balón que remata el rubio otra vez, con clase, potencia y decisión. Es el 2-2 y el estadio se viene abajo. Y eso que había empezado fallón... La afición enloquece: "¡U-ru-guayo, u-ru-guayo,...!" Como ya sabéis, el partido acabó 3-2, pero esto, aunque sea uno de los partidos más emocionantes que he vivido en directo, es casi lo mismo. Hoy el que importa es Diego Forlán.


Estos cánticos , vaya como vaya el partido, pase lo que pase, son el reconocimiento general que el Vicente Calderón dispensa a un jugador con clase como deportista y como persona. No es fácil encontrar a un futbolista tan comprometido con su equipo, que aporta calidad, entrega y honradez. Un tío decente y con vergüenza torera.


En el ámbito del fútbol parece que ya sólo importa ganar como sea (de penalty injusto en el último minuto es la frase que se ha puesto de moda) y vender camisetas. Nos hemos olvidado en buena parte de los valores intrínsecos del deporte en equipo. Este mundo , que tanto da que hablar, es cada día más falso y mercantil. Estamos cansados de ver supuestas grandes figuras, que duran lo que la prensa es capaz de sostenerlas: los Ronaldinhos, Robinhos, Gutis ... y genios por un día de turno. Algunos se ahogan en su arrogancia, otros en alguna orgía de medio pelo con aires de carnaval. Siempre me he preguntado por qué en Can Barça no querían demasiado a Rivaldo, cuando había sido un jugador fundamental que además había marcado en ocasiones especiales. La grada no siempre acierta pero tiene en general buen criterio para designar a sus héroes.


Pero en esta historia del fútbol, que como bien dice Robinson es el deporte más tribal, quedan algunos (pocos) personajes para recordar con gusto. Cada equipo, cada época, tiene su pequeño elenco, formado por aquellos que han ofrecido a los aficionados algo más que un puñado de victorias. Los que nos alegran las tardes de domingo y nos dan ganas de volver quince días después. Los que recordamos a nuestros hijos cuando son pequeños y empiezan a darle al balón, compartiendo con ellos la magia de este juego increíble.


Diego Forlán es uno de ellos. No sé cuánto tiempo seguirá ni por qué otros equipos pasará. Pero sé que ha llegado para quedarse en la memoria colectiva y el corazón de los colchoneros. Nos ha conquistado su lucha, su generosidad, su clase, su modestia, su educación y su entrega sin límites. Tiene un sitio en nuestro olimpo, junto a Gárate, a Collar, a Pereira, a Luis Aragonés, al 'Niño' Torres, ....


Gracias Forlán por ser uno de los nuestros.

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Otro año sin Puerta