Hace tan solo una semana, en todos los lugares de nuestro país se hablaba únicamente de un evento. De algo que sucedería aquel fin de semana. De un acontecimiento deportivo que podría hacer pasar a un equipo desahuciado del infierno a la gloria a costa del mejor equipo de los últimos años. De canguelos, madriditis o cagómetros por parte de los medios periodísticos con el objetivo (que al final resultó nefasto) de poner nerviosa a la mala bestia. Sí, han acertado. No se hablaba de otra cosa que del Madrid - Barça. El Clásico era monotema. La prometedora trayectoria del Real Madrid en Liga, que justo contra los de Guardiola cumplían una vuelta entera sin perder, con 18 victorias avalándoles y un solo empate ante el Atlético de Madrid, venciendo sin apenas fulgor pese a mostrar una racanería impropia de en teoría el mejor equipo de la historia de la Liga y una situación deportiva de lo más escarpada, hacía presagiar a los aficionados merengues que la victoria contra el Barça sería posible. Para ello, argumentaban que ya que en igualdad de condiciones sería impensable ganarles, el importante compromiso que tendrían los de Can Barça entre semana ante el Chelsea en la vuelta de semifinales de la Champions mantendría ocupados sus pensamientos, y que eso, unido al cansancio motivado por su exhausta temporada, con una media de dos encuentros por semana, al factor campo que les proporcionaría el Bernabeu, y al apoyo incondicional de la prensa sensacionalista y de todo el mundo merengue, decantaría la balanza en favor del madridismo.
Sin embargo, ante todo este jolgorio de hipótesis, el mundo de Concha Espina olvidaba varias cosas. En primer lugar, que el Barça no es ningún Osasuna, ni ningún Getafe, ni ningún Sporting, al que se le gana sin apenas despeinarse y únicamente mostrándose efectivos de cara a puerta. Para ganarles, hay que jugar bien, tirar de garra y pundonor, y no meramente encomendarse a Casillas y a Higuaín y que sea lo que Dios quiera. Por otro lado, los de Juande omitieron varios detalles bastante importantes, como por ejemplo, que el ritmo del Barça es absolutamente mortal, y que solo puede ser frenado con mano dura y asfixia en todos los lados. Pero una vez más, todo el merenguismo pecó de prepotente. De subestimar a su rival. De considerarle otro equipucho de poca monta, otro de aquellos

Y este deporte es muy tosco en ese aspecto. Los de Juande creían en la victoria. Quizá por ello el golpe fue mayor. Por esa fe tan característica suya que les hacía presagiar sin jugar bien poder cambiar el color de una Liga desde el primer momento teñida de azul y rojo. Y dicho sentimiento se hizo más tenaz con el tanto que abría la lata, a cargo de la testa de Higuaín, a los 10' de partido. El Bernabéu era una olla deseosa de estallar. Una olla que solo ochenta minutos más tarde se convirtió en el más obsoleto de los cementerios. Paranoias del fútbol. El tanto del argentino despertó a un Barça que apisonó a su rival y que no dio opción ninguna. La diferencia de calidad era más que notable. Los de Guardiola trataban al Madrid como si de un juguete se tratase. Y no era para menos. El 2-6 final, y el estadio merengue casi despejado demostraban la disimilitud entre ambos conjuntos que la tabla no había sabido dejar ver. Ante todo ello, me veo obligado a preguntarles, madridistas: ¿de verdad pensaban poder ganar al Barça?
3 comentarios:
la respuesta a esa pregunta es si se pensaba ganar el madrid es el ekipo mas grande x titulos x historia y x escudo y mas en el bernabeu el madrid tiene k ir a ganar a cualkier ekipo y sobretodo jugandose la liga otra cosa es lo k pase despues es lo k diferencia un ekipo grande de uno pekeño esa mentalidad de ir a ganar todos los partidos... aora el madrid esta mal pero sempre vuelve no lo dudeis
Buenísimo. Totalmente de acuerdo.
Simplemente demoledor. El Barcelona y el artículo.
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