El Atlético de Madrid es una montaña rusa constante. Tan pronto tutea la elegancia del Barça o la efectividad del Madrid como es humillado por la racanería del Mallorca o la simplitud de Osasuna.
En los últimos años, el conjunto rojiblanco ha demostrado ser un insistente sube-baja sea cual sea su rival. Capaz de lo mejor y de lo peor en cada partido, el 'Pupas' se ha convertido de un tiempo a esta parte en la auténtica bomba de las quinielas.
Y es que en nada se parece este Atleti a aquel que deslumbraba en Europa a lo largo del s.XX, y fijándonos en un predecesor cercano, está muy, muy alejado del equipo de la última década de dicho siglo. Ni Petrov, ni Nano, ni Galletti ni mucho menos Musampa han sabido siquiera toser la gracia del gran Milinko Pantic; la torpeza de Pablo o de Perea no es siquiera comparable al liderazgo de 'Súper' López o Toni Muñoz; la sosería de Raúl García y la irregularidad de Maniche ni se asemejan al genio que emanaba el 'Cholo' Simeone; y solo Forlán, Torres, Correa y Agüero han podido ensombrecer al magnífico terceto Penev-Vieri-Kiko.
Estamos ante el Atlético más bacheado de la historia. Tanto Gil, a quien Dios tenga en su gloria (¡grande Don Jesús!) como Enrique Cerezo han sumido al equipo en un rizar continuo del extraño bucle de la locura. Todos los años es lo mismo. “¡Éste año sí!” Reza un hipócrita Cerezo antes de cada temporada. Pero, ¿éste año sí qué? ¿Será otro año de futbolistas frustrados que se hacen llamar fichajes estrella? ¿Otro año de Mistas, Costinhas, Coupets, Musampas, Luccines, Pernías o Seitaridis que tanto prometen hasta que llegan aquí? ¿Otro año de mentiras, de falsas promesas, de engaños? ¿Otro año viendo como su talentosa cantera triunfa en todas partes menos en el Manzanares? ¿Otro año buscando culpables por todas partes sin ver que el problema está dentro? ¿Otro año de Ferrandos, Aguirres, Pitarchs, Abrahames Vegas, Manzanos o Amorrortus? ¿Será otra vez más un año de tenaz sufrimiento?
Por inusual que parezca, esas son las preguntas que se plantea cualquier aficionado que ha visto como el prestigio de su equipo se ha ido al garete en los últimos años. Por eso no es de extrañar que el club destile tanta inconstancia. Porque otro año más serán el segundo equipo de Madrid, menospreciado de un modo persistente por la cada día más parcial prensa. Porque otro año más tendrán probablemente que contentarse c
on la UEFA. Porque de nuevo figurarán en un plano secundario. Porque Miguel Ángel Gil sigue empeñado en incordiar al club hasta la saciedad. Porque su marioneta, el presidente Cerezo, se muestra más desconfiado que otra cosa. Y porque otro año más se volverá a sondear el mercado en busca de un '10' que extraordinariamente tenemos muerto de risa en Mallorca.

He de hacer un inciso aquí. El de los cedidos es un tema bastante peculiar. Todos los años parten desde el Manzanares muchos jugadores rumbo a otros equipos para que cojan experiencia y ser posteriormente demacrados pasado un tiempo por la parroquia rojiblanca. Ésta temporada, le ha tocado el turno a otros cuantos, pero que están haciendo más ruido que nunca. El caso más peculiar es el de Jose Manuel Jurado, que se está saliendo en las Baleares, como ya relataba antes, y al que este año están lloviendo aclamaciones y vitores por todos los lados. El gaditano ha terminado de curtirse en la Primera División y toda España parece haberse dado cuenta de ello. Bueno, todos menos un hombre. Justo quien más cuenta debería darse. Irónicamente, solo Cerezo parece cerrar los ojos ante semejante perspicacia. Al igual que está pasando con Zé Castro. El central portugués, en préstamo al Deportivo de la Coruña, se ha ganado un puesto en el renacido once gallego. La crítica hacia él es buenísima, pero de nuevo, Don Enrique responde con desprecio, deshechándole para abaratar el fichaje del zaguero a quien precisamente el portugués mandó a la banca, el catalán Alberto Lopo. De risa.
Pero de todos los cedidos, no solo ellos dos parecen fascinar. No hay que quitar mérito ni a Juan Valera, que se ha ganado a base de casta un puesto en el lateral derecho del Racing de Santander, ni a Diego Costa, que no deja de asombrar día sí día también en Albacente, ni al extremo andaluz Jose Antonio Reyes, cuyo rol en el Benfica comienza a rescatar ese derroche de velocidad y talento que parecía haberse dejado en Sevilla, ni al meta Iván Cuéllar, indiscutible en el Sporting de Gijón, ni a Mario Suárez o Cléber Santana, asiduos en la alineación de todo un Mallorca, en especial el segundo, líder junto a Jurado del club isleño.
Todos ellos se están mereciendo a pulso un hueco en el club rojiblanco de cara al año que viene. Pero lo cierto es que da rabia pensar que Cerezo, poco entendido en esto del fútbol, volverá a pagar una pasta por un mediapunta que luego resultará ser una auténtica gaseosa, cerrando a Jurado las puertas del club en el que desea triunfar; por otro centrocampista de corte defensivo, ignorando que con la veteranía de Assunçao, las ganas de Camacho, y el coraje de Cléber o Mario Suárez el cupo estaría más que completo; por un defensa central; relegando a Zé Castro; por un l

Otro problema es el de la estructuración que se hace de la plantilla año a año. Es evidente que desde que se marchó Fernando Torres, el equipo, aunque ha mejorado a nivel deportivo, ha perdido todo ese sentimiento hacia la entidad que el fuenlabreño dimanaba sin reparos. Solo Antonio López, Leo Franco, Simao, Forlán y en ocasiones Agüero parecen sentir este equipo en sus venas. Del resto, casi nanai de la China. Desde Seitaridis hasta Pablo Ibáñez, pasando por Raúl y Luis García, Pernía, el capitán Maxi, Maniche o Coupet, están demostrando el por qué en muchas ocasiones a los jugadores se les tilda de caraduras y mercenarios. ¿Dónde ha quedado ese espíritu que Kiko, Pantic, Aguilera o el propio Torres desplegaban en cada partido hace no tanto? ¿Dónde ha quedado el respeto que aquellos jugadores que ganaron el Doblete rendían a Radomir Antic? ¿Dónde ha quedado esa fidelidad hacia el rojo y el blanco? Nadie lo sabe. Debe haberse quedado en algún recóndito lugar, porque lo que es en el Calderón no queda nada de nada. Desde la parsimonia de Seitaridis, el poco ímpetu de Sinama, la falta de disciplina de Maniche, hasta el desdén con el que Maxi Rodríguez lanza asiduamente contra el suelo un brazalete de capitán que hasta una piedra merecería más que él cuando es sustituido, para que Antonio López lo recoja, se demuestra la falta de respeto que el Atlético achaca.
Ante este caótico drama, solo me viene a la mente una solución. Que Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo hagan de una vez un favor al club y vendan su paquete accionarial, dejando que sean los socios quienes decidan qué es lo que quieren. Sin duda, el nuevo presidente sería alguien que confiase ciegamente en la cantera; que exigiese un compromiso vital; que hiciera una limpia rotunda de un plantel en el que solo quedarían quienes de verdad mer

4 comentarios:
Pedazo de artículo
Me gusta, se ve que sientes los colores de tu equipo y reconoces sus problemas.
Me encanta como escribes...la proxima vez respetaré los bocetos xD
Muy buen artículo tio.
Está claro que este equipo no levanta cabeza desde el descenso a segunda división y es una pena que dos señores como Cerezo y Gil esten destrozando a un equipo sin importarles lo más mínimo.
Así que estos dos hombres deben saber que este club lo ha sido todo y que los que verdaderamente quieren y sienten al Atlético de Madrid son los aficionados.
Dios. Extraordinario. El mejor que has hecho. Voy cogiéndole gustillo a esto de los artículos de opinión sí.
En serio, buenísimo, tienes toda la razón.
Qué barbaridad... Y lo malo es que todo es cierto y esta noche pasada, para rematar, hemos perdido 5-1.
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