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lunes, 10 de agosto de 2009

Hasta siempre, Dani

Una vez más, el mundo del fútbol vuelve a sobrecoger nuestros cada vez más frágiles corazones. El capitán y símbolo de presente y futuro en el Espanyol de Barcelona, Daniel Jarque, falleció a los 26 años tras desplomarse repentinamente durante la tarde-noche del sábado en un hotel de la localidad italiana de Florencia, concretamente en la base de Coverciano, lugar habitual de concentación de la selección italiana y donde se encontraba de stage con su equipo.


El central, un tipo humilde y sencillo donde los haya, era alguien muy querido dentro del vestuario perico, y todo un espejo de profesionalidad para todos los allegados espanyolistas. Empezando porque Dani siempre creyó en su equipo, siempre dio la cara por él, tanto en los buenos como en (sobretodo) los malos momentos, en el club de sus amores, en ese club cuya camiseta portó con honor, desparpajo y sin vergüenza durante catorce largos años. Su espíritu de superación, su liderazgo, su siempre vivaracha tranquilidad y su extraordinaria presencia tanto dentro como fuera del campo hacían de Jarque todo un seguro. Si él decía que ganar la Copa del Rey era posible, era posible. Si decía que salvar la categoría siendo colistas a falta de no más de seis jornadas para el final de la Liga era posible, era posible. Sus palabras siempre fueron un clavo ardiendo al que se aferró la parroquia albiazul desde el primer momento y ello provocó que hace apenas un mes, el entrenador del club, Mauricio Pochettino, que le consideraba como su sucesor en la zaga del equipo, decidiese otorgarle los galones de capitán, de maestro de ceremonias de un equipo que preveía una temporada color de rosas, en detrimento de un Raúl Tamudo que perdía enteros tras sus flirteos con Wigan o Palermo. El chaval, respaldado por la inmensa mayoría del vestuario, aceptó encantado. Veía cumplido uno de sus grandes sueños. El otro era el de ver nacer a su hijo, a su pequeño, un niño que llevaba formándose durante casi siete meses en el interior de su mujer, su amada Jessica. Por desgracia, esa última espinilla siempre le quedara clavada.


La puesta de largo de Dani como capitán tuvo lugar hace solo una semana en la inauguración del anhelado nuevo estadio periquito. El Liverpool, invitado de gala a esta gran fiesta, cayo goleado por un 3-0 animado por un pletórico Ben Sahar que invitaba al optimismo y a la juerga. En medio de este jolgorio, Dani Jarque era sustituído y ovacionado con un emocionante "Jaaaaaaarque, Jaaaaaaarque". ¿Quién iba a sospechar que solo una semana después nos encontraríamos ante uno de los días más negros de la larga historia espanyolista? Solo el destino, ese infranqueable destino que arrasa con todo cuanto encuentra a su paso.

Lo cierto es que la temporada que viene se presentaba de lo más positiva para el conjunto albiazul. Los fichajes de los Nakamura, Ben Sahar o Pillud, unidos a la apuesta por la juventud de los Sielva, Smiljanic, Roncaglia o Javi Márquez por la que aboga Pochettino y a la contundencia y seguridad que inspiraban atrás una de las parejas de centrales más sólidas y solventes de la Liga, la formada por nuestro póstumo protagonista y por el argentino y revelación de la pasada temporada Nico Pareja, con el plus que supone la experiencia de Kameni, Luis García o Iván de la Peña presagiaban una magnánima temporada. Pero, al igual que le sucedió hace dos años al Sevilla, se trataba de un mero presagio.


Quienes le conocieron decían que era una grandísima persona, alguien que nunca te negaba un autógrafo, una foto, incluso un reportaje, y que nunca perdía su sonrisa, una sonrisa que sin quererlo, ha hecho perder a todo un sentir. Así es la vida. Cuando menos te lo esperas, ¡zas!. Cuando estrenas estadio, haces fichajes de gran calidad y formas un bloque de lo más contundente para una temporada que promete tan grandiosa como exhultante, ¡zas!, te tocó. Es lo que hay. Por mucho que nos pese.


Dani Jarque siempre fue un referente para sus compañeros. Desde que entró con solo 12 años al fútbol base del Espanyol procedente de la genial cantera de la Cooperativa de Sant Boi de Llobregat. Su liderazgo y solvencia fueron los avales que le convirtieron en todo un portentoso seguro, en un enorme jugador, en quizás el hombre más importante, junto a sus dos amigos del alma Ferrán Corominas y Jonathan Soriano, de la cantera espanyolista y como no, de las categorías inferiores de la Selección, donde logró, junto a hombres como Carmelo, Miguel Ángel Moyá, Fernando Torres o Juan Carlos Cebellos, el Campeonato de Europa sub-19 de la mano de Iñaki Sáez. Ramón Moyá, un hombre de la casa, tomó cuenta de ello y le hizo debutar un 20 de octubre del año 2002 en Primera División ante el Recreativo de Huelva. A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Poquito a poco fue erigiéndose en el primer equipo, y Lotina apostó fuerte por él en 2005, en detrimento de curiósamente quién hasta el fatal sábado era su entrenador, Mauricio Pochettino, formando pareja junto a Alberto Lopo. Su fuerte irrupción hizo que equipos como Villarreal o Tottenham llamasen a su puerta, pero Dani sólo pensaba en blanquiazul, en triunfar en el equipo que le vio crecer. Se hizo un fijo en el once, llegando hasta tal punto que se convirtió en uno de los intocables del equipo de un tiempo a esta parte. Con la marcha de Lopo, su rol en el equipo se acrecentó, y con ello su entrega y profesionalidad, alardes de esperanza para la grada perica.


Y esta temporada tenía toda la pinta de que iba a ser la suya. Como ya recalco, junto a Nico Pareja formaba una de las parejas más sólidas de la Liga. Tanto Luis Aragonés primero como Vicente del Bosque después le tenían en su lista de futuribles para la roja. Lo que son las cosas: este año prometía ser el de su debut con la selección. La baja forma de Marchena y Juanito y la falta de rodaje de los Torrejón, Marcano y compañía así lo rubricaban. Curiósamente, en la última lista del seleccionador, publicada hace sólo cuatro días, el nivel de expectación en la Ciudad Condal era enorme, pues se esperaba como agua de mayo la entrada de Jarque por Marchena. Finalmente no hubo sorpresas, el valencianista fue convocado, mas el mundo entero sabía que el debut de Dani con la roja era cuestión de tiempo. Con permiso del maltrecho porvenir, claro.


Pero, ¿cómo se iba a pensar que solo dos días después la historia de un debut anunciado sería pasto de la maldita ventura? ¿Quién podría imaginárse que un chaval fuerte, fornido, robusto, que hacía solo una semana y media había pasado la revisión médica con su equipo y que estaba como un toro, fuese a dejar este mundo para engrosar el dinástico campo de estrellas? Nadie. Absolutamente nadie. Nadie.



La historia de su más que sorprendente fallecimiento fue de lo más impactante. El central no quiso salir a dar una vuelta junto a varios de sus compañeros de equipo, entre los que se encontraban dos de sus grandes amigos dentro de la plantilla, el meta Carlos Kameni, y el delantero Ferrán Corominas, su mejor amigo (más de una vez han afirmado ser como hermanos) y con quien compartía habitación, puesto que prefirió quedarse a hablar por teléfono con su novia en el hotel y navegar por Internet con su portátil. En estas, Dani comentó a su señora sentirse mal y de repente la comunicación se cortó. La chica volvió a llamarle, y en pos de que no contestaba, marcó a Corominas para que fuese a ver qué era lo que estaba sucediendo. Ferrán, que en ese momento se encontraba a kilómetros del hotel, llamó a Moisés Hurtado, gran allegado de ambos y que se encontraba descansando en la base, a la vez que pedía un taxi que le enviase de vuelta a Coverciano. El centrocampista bajó de inmediato a la recepción del hotel a por un duplicado de la llave de la habitación de Jarque, pero cuando llegó al aposento Dani yacía en el suelo agonizante. Inmediatamente, Moisés fue en busca del médico del club, el doctor Cervera, cuyas prácticas de RCP no pudieron hacer nada. Su rápido translado al hospital de Florencia fue un mero trámite para certificar su muerte. A Dani se le paró el corazón, en lo que fue una asistolia no desfibrilante: es decir, absolutamente mortal.


Absolutamente nada pudo hacerse por salvar su vida. Una hora estuvieron tratando de reanimarle en el hospital, pero lo único que se hacía era retrasar lo inevitable. Daniel Jarque González fallecía a las siete y media de la tarde del sábado 8 de agosto de 2009, colmosamente un año después de la disputa del mayor acontecimiento deportivo a nivel mundial, los Juegos Olímpicos de Pekín. El mundo entero quedaba consternado, muy desconcertado, y de lo más sobrecogido. El capi espanyolista se había ido sin previo aviso.

La noticia corrió como la pólvora. Las cabezas de la totalidad de aficionados al fútbol volvían a recordar aquellos fatídicos hechos de finales de agosto de 2007 que acabaron con la vida del sevillista Antonio Puerta. Equipos de todo el mundo no tardaron en mostrar sus condolencias a la familia blanquiazul. Cabe destacar el caso del Barça, eterno rival de los pericos, quienes les arrebataron la Liga 2006/2007 en el ya conocido Tamudazo, que se volcó de lleno con la parroquia catalana. En Mestalla, se vivía una fiesta de presentación del Valencia que quedó paralizada cuando en el descanso se supo el triste suceso. En todos los estadios en los que había partidos en juego se guardaron emotivos minutos de silencio, y se siguió jugando al fútbol porque la impotencia no dejaba ver qué otra cosa hacer. El bético Carlos García se desplomó en el descanso del Betis - Zaragoza correspondiente al Nuevo Colombino tras conocer la súbita muerte de su amigo. Rufete tuvo que pedir el cambio en el Eldense - Hércules tras romper a llorar. El jugador del Córdoba y gran amigo de la familia Juan Carlos Ceballos, compañero de Jarque en las categorías inferiores tanto de la selección como del club periquito, y de cuya hija había sido padrino el central hacía solo un mes, se mostraba absolutamente destrozado. Jonathan Soriano, gran amigo de Dani y ahora en el Barça-Atletic se enteraba terriblemente conmocionado y tuvo que precisar hasta ayuda psicológica. Nico Pareja, su compañero en el seno de la defensa blanquiazul y que debía de marcharse concentrado con Argentina, acudía de madrugada al improvisado santuario montado por la afición en la puerta 21, correspondiente al dorsal que durante tantos años portó con ahínco el defensa del nuevo estadio del equipo para depositar entre sollozos su camiseta con el número 16. El entrenador que le hizo debutar en Primera, Ramón Moyá, afirmaba balbucenante que se le habia muerto un hijo. Las lágrimas de Valdo, Sergio Sánchez, Riera o Sergio García de poco servían ya. Dani se había ido, seguramente a hacer aquello que más le gusta, que no gustaba. Jugar al fútbol junto a relucientes estrellas como Antonio Puerta, Miklos Fèher, Marc Vivien Foé o Chris O'Donell en algún lejano confín de éste recóndito universo. Porque así era Dani, un tío sencillo, estelar, que rechazó ofertas de clubes a priori aún más estelares como Valencia, Liverpool, Atlético de Madrid, Milan e incluso Barcelona por triunfar en el equipo de sus amores. Sin embargo, puede irse tranquilo, sin el pesar que supone no haber cumplido un cometido. Porque has triunfado Jarque, has logrado en muy poco tiempo algo que muchos no han logrado en décadas de profesionalidad: ser un tipo admirado y querido por todos. Así lo evidencian las más de 50.000 personas que han ido a homenajearte a Cornellá en los últimos dos días. Descansa en paz, capitán.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

DEP JARQUE :'(

HALA MADRID!!!

Anónimo dijo...

Buenísimo el artículo.

D.E.P CAPITÁN

Otro año sin Puerta